martes, 14 de junio de 2011

HABLEMOS EN ROMÁN PALADINO

Cuando muere Franco el franquismo desaparece, pero no los franquistas. El dictador que había asumido todos los poderes del Estado, no pudo erigirse como rey, pero fue hacedor de reyes. Y cumpliendo con sus prescripciones se instauró la dinastía borbónica en la persona de Juan Carlos; proclamado por las cortes franquistas como Rey de España. En ese momento Juan Carlos I se convertía en rey franquista, porque nadie se podía librar de tal epíteto. De 1975 hasta 1978 se produce la modélica Transición Española. Para poder empezar a caminar se promulgó la Ley de Amnistía, que amnistiaba a los presos políticos víctimas del franquismo. Los políticos franquistas, es decir todos, consensuaron con los demócratas, hasta ese momento en la clandestinidad o el exilio, una Constitución donde: “España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho”, dejando a un lado la reconciliación de los españoles después de un golpe de estado, una guerra fratricida y una sangrienta dictadura. Los franquistas se habían reconvertidos en demócratas de toda la vida, y los demócratas republicanos, que siempre lo habían sido, renunciaron a pedir responsabilidades del genocidio, y dejaban impunes los crímenes de lesa humanidad. Con este esquema de trabajo se superó el sobresalto de los franquistas que intentaron rehabilitar la tradición golpista de España, en la persona de Tejero. Los socialistas arrasan en la elecciones generales de 1982 y la Unión de Centro Democrático, conglomerado de partidos conversos del franquismo, se desploma y surge el genuino franquismo de toda la vida, en torno a Manuel Fraga Iribarne. Ministro estrella de Franco y flamante nuevo demócrata, sin renunciar a ser viejo franquista. Al largo periodo socialista, le sigue dos legislaturas populares, donde se comprueba que su arraigo está en el franquismo de toda la vida, y lejos de condenar su pasado franquista, están orgullosos de heredar su legado. Con la vuelta de los socialistas al poder, la Ley de Memoria Histórica, ha sido la prueba de fuego. Los populares son franquistas netos y natos, convictos y confesos, pero convencidos que la Constitución obró el milagro de la reconciliación y purificó su pasado. No es difícil observar que la Transición Española, lejos de ser modélica, dejó abiertas varias heridas: La herida republicana, un régimen tal legal como el actual. La impunidad del genocidio planificado el 17 de julio de 1936. La colaboración e implicación de la Iglesia en la dictadura, implantando la tiranía del nacionalcatolicismo. Y la impunidad de Falange Española cómplice directo en los delitos de lesa humanidad. Las dos Españas gozan de buena salud. Una sigue siendo la víctima y la otra el verdugo. Durante estos últimos treinta años, se ha secuestrado el lenguaje que expresaba la verdad y apenas se tocaban los temas del exterminio, pero ahora y sobre todo, el diario Público, está llamando las cosas por su nombre. Los populares son los franquistas o si cabe, los neo-franquistas. Si se consideran insultados o calumniados ¿Por qué no condenan la dictadura franquista? El esperpento español está servido: A Garzón se le procesa por haber intentado luchar contra la impunidad de los crímenes del franquismo y al Partido Popular no se le amonesta por apología permanente de la dictadura franquista.


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