viernes, 22 de julio de 2011

DOS FORMAS DE CELEBRAR LA MISMA EFEMÉRIDES

La ambigüedad cómplice del señor Bono

La postura adoptada por Bono a los 75 años del golpe militar, agita la indignación de los demócratas, más aún, si además somos víctimas del franquismo. La estrategia del Presidente del Congreso de los Diputados; leyendo unas líneas del discurso de Azaña para eludir la condena del genocidio planificado del 17 de julio de 1936, le retira la representación de la soberanía nacional. El señor Bono intenta pero no lo consigue, guardar un difícil equilibrio entre su conciencia religiosa y su compromiso político. Pero su ambigüedad es muy fácil de descubrir y muy difícil de mantener. El Presidente de Las Cortes es uno de los convencidos de que con la Transición y la Constitución de 1978 se logró la reconciliación entre los españoles. Craso error. Los crimines del franquismo quedaron impunes. Como demócrata y como español es mi deseo descubrir las intenciones que se esconden detrás de la máscara que se puso del ilustre estadista, Manuel Azaña. El señor Bono no desea condenar el golpe de estado del 18 de julio de 1936, por tres motivos: 1º No quiere desairar al Rey. El poder omnímodo de Franco se adjudico también el de hacedor de reyes. Aunque su legitimación se la otorga el pueblo en la Constitución, Don Juan Carlos I tiene sus raíces en la dictadura. Pero sin salir del entorno real, la Historia no olvida que Don Juan, padre del Rey, prestó su adhesión incondicional al golpe franquista: fascista y antirrepublicano, e incluso quiso implicarse directamente en la guerra fratricida. Bono da a entender con su postura, que esta monarquía parlamentaria no pueda defender y reconocer a una república, igualmente legítima. 2º El señor Bono milita en la izquierda pero referente a la Memoria Histórica se ha homologado con el talante tímido y nada resolutivo del socialismo español, sin provocar a la derecha (PP) y respetando a la Justicia que masacra al juez Garzón, por defender judicialmente lo que el PSOE debiera defender en el Parlamento, y en 3º lugar, es el gran dilema que tiene el señor Bono con la Iglesia. Una condena del Congreso de los Diputados, impulsada por su presidente, la Iglesia Católica española saldría muy mal parada. Porque fue arte y parte en la planificación del exterminio, de la guerra civil y de la dictadura. Este pontífice de las artes políticas y diplomáticas, ha defraudado a los demócratas y se ha homologado con las derechas, que tradicionalmente son negacionistas del franquismo. Me gustaría que el señor Bono desautorizara mis palabras y me demostrara que miento. Aunque no sería la primera vez que el ínclito parlamentario no contesta a cuestiones comprometidas.


75º aniversario del 18 de julio de 1.936

Las palabras del Generalísimo permanecen vigentes

Alocución al Pueblo Español por el General Franco

(Manifiesto de Las Palmas)

¡Españoles!

A cuantos sentís el santo amor a España, a los que en las filas del Ejército y Armada habéis hecho profesión de fe en el servicio de la Patria, a los que jurasteis defenderla de sus enemigos hasta perder la vida, la Nación os llama a su defensa.

La situación de España es cada día que pasa más crítica; la anarquía reina en la mayoría de sus campos y pueblos; autoridades de nombramiento gubernativo presiden, cuando no fomentan, las revueltas. A tiros de pistola y ametralladoras se dirimen las diferencias entre los bandos de ciudadanos, que alevosa y traidoramente se asesinan sin que los poderes públicos impongan la paz y la justicia.

Huelgas revolucionarias de todo orden paralizan la vida de la Nación, arruinando y destruyendo sus fuentes de riqueza y creando una situación de hambre que lanzará a la desesperación a los hombres trabajadores.

Los monumentos y tesoros artísticos son objeto de los más enconados ataques de las hordas revolucionarias, obedeciendo a las consignas que reciben de las directivas extranjeras, que cuentan con la complicidad o negligencia de gobernadores y monterillas.

Los más graves delitos se cometen en las ciudades y en los campos mientras las fuerzas del orden público permanecen acuarteladas, corroídas por la desesperación que provoca una obediencia ciega a gobernantes que intentan deshonrarlas. El Ejército, la Marina y demás institutos armados son blanco de los más soeces y calumniosos ataques precisamente por parte de aquellos que debían velar por su prestigio.

Los estados de excepción y alarma sólo sirven para amordazar al pueblo y que España ignore lo que sucede fuera de las puertas de sus villas y ciudades, así como para encarcelar a los pretendidos adversarios políticos.

La Constitución, por todos suspendida y vulnerada, sufre un eclipse total; ni igualdad ante la ley, ni libertad, aherrojada por la tiranía; ni fraternidad cuando el odio y el crimen han sustituido al mutuo respeto; ni la unidad de la Patria, amenazada por el desgarramiento territorial más que por el regionalismo, que los propios poderes fomentan; ni integridad y defensa de nuestras fronteras cuando en el corazón de España se escuchan las emisoras extranjeras que predican la destrucción y reparto de nuestro suelo.

La Magistratura, cuya independencia garantiza la Constitución, sufre igualmente persecuciones que la enervan o mediatizan y recibe los más duros ataques a su independencia.

Pactos electorales hechos a costa de la integridad de la propia Patria, unidos a los asaltos a Gobiernos Civiles y cajas fuertes para falsear las actas, formaron la máscara de legalidad que nos preside. Nada contuvo la apetencia de poder, destitución ilegal del moderador, glorificación de las revoluciones de Asturias y catalana, una y otra quebrantadoras de la Constitución, que, en nombre del pueblo, era el Código fundamental de nuestras instituciones.

Al espíritu revolucionario e inconsciente de las masas engañadas y explotadas por los agentes soviéticos, que ocultan la sangrienta realidad de aquel régimen que sacrificó para su existencia veinticinco millones de personas, se unen la malicia y negligencia de autoridades de todo orden que, amparadas en un poder claudicante, carecen de autoridad y prestigio para imponer el orden y el imperio de la libertad y de la justicia.

¿Es que se puede consentir un día más el vergonzoso espectáculo que estamos dando al mundo?

¿Es que podemos abandonar a España a los enemigos de la Patria, con un proceder cobarde y traidor, entregándola sin lucha y sin resistencia?

¡¡Eso no!! Que lo hagan los traidores, pero no lo haremos quienes juramos defenderla.

Justicia e igualdad ante la ley os ofrecemos. Paz y amor entre los españoles. Libertad y fraternidad exentas de libertinaje y tiranía. Trabajo para todos. Justicia social, llevada a cabo sin enconos ni violencias, y una equitativa y progresiva distribución de la riqueza sin destruir ni poner en peligro la economía española.

Pero, frente a eso, una guerra sin cuartel a los explotadores de la política, a los engañadores del obrero honrado, a los extranjeros y a los extranjerizantes que directa o solapadamente intentan destruir a España.

En estos momentos es España entera la que se levanta pidiendo paz, fraternidad y justicia; en todas las regiones, el Ejército, la Marina y las fuerzas del orden público se lanzan a defender la Patria. La energía en el sostenimiento del orden estará en proporción a la magnitud de las resistencias que ofrezcan.

Nuestro impulso no se determina por la defensa de unos intereses bastardos ni por el deseo de retroceder en el camino de la Historia, porque las instituciones, sean cuales fueren, deben garantizar un mínimo de convivencia entre los ciudadanos que, no obstante las ilusiones puestas por tantos españoles, se han visto defraudados, pese a la transigencia y comprensión de todos los organismos nacionales, con una respuesta anárquica cuya realidad es imponderable.

Como la pureza de nuestras intenciones nos impide el yugular aquellas conquistas que representan un avance en el mejoramiento político-social, y el espíritu de odio y venganza no tiene albergue en nuestros pechos, del forzoso naufragio que sufrirán algunos ensayos legislativos, sabremos salvar cuanto sea compatible con la paz interior de España y su anhelada grandeza, haciendo reales en nuestra Patria, por primera vez, y por este orden, la trilogía FRATERNIDAD, LIBERTAD e IGUALDAD.

Españoles: ¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

¡¡¡VIVA EL HONRADO PUEBLO ESPAÑOL y malditos los que en lugar de cambiar sus deberes traicionan a España!!!

General Francisco Franco.

Santa Cruz de Tenerife, a las cinco y cuarto horas del día 18 de julio de 1936.



Mas información sobre este tema: FALANGE


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