sábado, 28 de septiembre de 2013

EL GRAN TEATRO DE ESPAÑA

Por Pedro Taracena Gil





Nuestro teatro del siglo XXI se ha perdido una gran compañía de comediantes, titiriteros, malabaristas y saltimbanquis. Los franquistas trasnochados pero legítimos herederos de la dictadura genocida que ahora nos gobiernan, se debían de haber dedicado a la vocación de disfrazar la realidad con la mentira. En lugar de formar un gobierno hubiera sido más exitoso haber creado una compañía de farsantes. La farsa es el arte de presentar la mentira de forma creíble y en esto son maestros. La puesta en escena de todas las falsedades que cada día alimentan para que el pueblo viva, también, en su versión institucional, en la ausencia de verdad, en la mentira.

Todos son actores de primera categoría y con especialidades bien definidas, como para garantizar que los teatros de España en cada sesión pongan el letrero de “no hay localidades”. Adefesios demócratas que no condenan la dictadura. Máscaras sindicalistas que dicen defender al trabajador, cuando descalifican toda reivindicación. Arlequines siniestros que cometen crímenes contra los ciudadanos de todo tipo y condición. Personajes alegóricos que han declarado la guerra al débil: La religión, el capital, la empresa, el mercado…

Entre ellos mismos en esta gran compañía de tramoyistas y actores, hay directores de escena, guionistas de sainetes, comediógrafos de mal gusto y hasta tragedias abyectas que siembran la muerte, la salud cercenada, el paro, los desahucios, el abandono de los ancianos, donde los robos y los crímenes son el argumento más frecuente. Con la falta de pudor cual personajes de ficción, estos farsantes salen una y otra vez a recogen el aplauso y reconocimiento de los asistentes a estos dramas. Como antaño ante su magistral interpretación, quien en primer lugar rompe el silencio dejado por la última frase de cada obra, es la claque, que como en los buenos tiempos se le pagaba para que aplaudan. El poder tiene su claque, es decir, los esbirros, lacayos, secuaces y aduladores profesionales. Los medios de comunicación, los empresarios, los obispos y los seguidores de la ideología franquista.

La farsa que la clase política, los bancos, la patronal y la Iglesia está poniendo en escena cada día, es un esperpento de dimensiones impensables hace tan solo cinco años. Nadie podía imaginar que fuéramos marionetas de los inmorales responsables de la Europa de los mercaderes, que no de la Unión Europea de los ciudadanos. Se han convertido en los verdugos de los españoles, cuyo mayor delito ha sido ser víctimas de sus crímenes. Han implantado una mafia que lejos de ser clandestina es legal. Su política criminal, sí criminal, elabora leyes legales pero injustas, que han hecho quebrar el Estado de Bienestar. Porque estos perversos mentecatos, actores de pacotilla, han creído que al pueblo español se le podía engañar, metiéndoles a la fuerza en la vida de la mentira, como dice Václav Havel en su libro El poder de los sin poder. El pueblo español está en la calle más pobre que antes, pero con más dignidad que la caterva de inmorales embusteros perseguidos por los escraches de la justicia que emana del pueblo… Al final serán los ciudadanos quienes hagan caer el telón y junto a él los disfraces de la pantomima democrática y las máscaras del franquismo.

lunes, 23 de septiembre de 2013

Yo critico al Rey de España

Por Pedro Taracena


Juan Carlos I


Ejerciendo mi derecho de expresar mis opiniones libremente, yo critico al Rey en todo aquello que a juicio mío, se aparte de la Constitución Española y mi conocimiento de la historia. Aunque la Carta Magna le otorga estatus de inviolabilidad, el mismo texto constitucional no le hace inmune a las críticas de los ciudadanos. El monarca ha llegado al trono de ninguna manera por el mejor de los caminos. Su abuelo Alfonso XIII abandonó España, porque los españoles eligieron implantar la II República. El orden constitucional fue quebrado por el golpe de estado y la dictadura del general Franco. El padre del Rey Juan de Borbón simpatizó con el sangriento pronunciamiento militar e intentó implicarse directamente en el enfrentamiento fratricida. No obstante el dictador no se lo permitió; proyectando la implantación de una nueva monarquía, no por la restauración legitima del hijo del rey destronado, sino por la instauración a través del nieto e hijo de Juan de Borbón, Juan Carlos de Borbón y Borbón.
Muerto el dictador, el propio franquismo ejecutó el testamento que Franco había decretado. Juan Carlos fue nombrado por las Cortes Españolas como Jefe del Estado a título de Rey. Habiendo jurado defender los Principios del Movimiento Nacional, se avino a sancionar la Constitución en 1978. Pero sin condenar el franquismo y sin jurar el nuevo orden constitucional que le entregó la Corona de España. Juan Carlos I reina sumergido en una perversa ambigüedad. Insólita en la Europa del siglo XXI. El pacto no signado de Transición dejó impune al franquismo con todos los delitos de lesa humanidad. Transcurridos 35 años de vida democrática y constitucional, no hay pretexto ni excusa posibles para que el Rey no se haya desligado del genuino franquismo, versión española del fascismo europeo.
La figura del Rey ha sido tabú en muchas de sus facetas y parece como si este prestigio que ahora se le reconoce, lo hubiera ganado aquel día 23 de febrero que como salvador de España, nos libró de las huestes involucionistas, jugando todo a una misma carta. Y después ¡A vivir de las rentas!
Contemplando la figura del Rey como árbitro y como máxima autoridad democrática y constitucional, echo de manos su entusiasmo por lo público. La familia real, salvo escasas y honrosas ocasiones, no han pisado los servicios de la sanidad pública y mucho menos la educación pública. La opacidad de la Casa del Rey, raya lo antidemocrático. El respeto mal entendido de los medios de comunicación, han ejercido más de aduladores cortesanos que de ciudadanos libres y periodistas profesionales. El maridaje de hecho Iglesia-Estado y la alianza trono-altar, han contaminado la institución monárquica que debía de estar al margen de cualquier atisbo de confesionalidad.
Aquellos polvos trajeron estos lodos. La España de hoy está homologada con la revolución informática, libertad, comunicación e información. Los políticos y los medios han perdido el norte y la Santa Transición pactada y consensuada está caducada. Como atado y bien atado creyó que dejaba el déspota la dictadura, que sólo los franquistas del partido que gobierna se niegan a condenarla. Los políticos no están capacitados para abrirse camino entre tanta opacidad, corrupción y evocación del pasado. La institución monárquica está tocada y hace aguas por todas partes. Aquel 23 de febrero no supuso un pasaporte de tolerancia eterno ante los desmanes de Su Majestad; dejando a los historiadores llegar al fondo de esta cuestión y de otras. La juventud no se merece tanta perversión política y los mayores tampoco, porque España está donde está por sus cuarenta años de trabajo y cotización. Apuntalar la institución monárquica y la figura del Rey mediante parches ocasionales, agravan la situación y demorar una reforma de la Constitución como si del credo de Nicea se tratara, es perder el tren de la historia. A mí juicio no son pocas las asignaturas que tiene pendientes el Rey de España.

sábado, 14 de septiembre de 2013

LA EXTREMA DERECHA ESPAÑOLA


Las cosas por su nombre…



Por Pedro Taracena Gil

En el caso de España el pensamiento político situado en la extrema derecha, antagónico al comunismo más radical, es decir la extrema izquierda, no se puede homologar con el extremismo de la derecha allende los pirineos o en el resto de Europa. El extremismo hispano violento de signo derechista no tiene ninguna relación ni con el movimiento neonazi y tampoco con el fascismo italiano. La historia nos muestra como  padre del nazismo a Hitler y como el inductor del fascismo a Mussolini. En España, sin embrago, el origen de la extrema derecha la tenemos en el franquismo. Francisco Franco Bahamonde cuando lleva a cabo el golpe de estado contra la República, legal y legítimamente establecida, se apoya en las fuerzas armadas y en la derecha capitalista y caciquil, en la Iglesia y en Falange Española, versión hispana del fascismo italiano fundada por José Antonio Primo de Rivera. Cuando Franco obtiene la victoria después de tres años de enfrentamiento fratricida, implanta un régimen despótico, es decir, una dictadura en base a los Principios del Movimiento Nacional. Un régimen fascista con base en el nacionalcatolicismo y el nacionalsindicalismo. Una dictadura homologable históricamente en lo político con la ideología de la extrema derecha. Una vez muerto el dictador el pueblo español se dotó de la  Constitución en el año 1978, que instauró el estado de derecho destruido por Franco en 1936.



No obstante y al margen de la Constitución, los franquistas consensuaron con los que vinieron de la clandestinidad o el exilio, el no condenar el franquismo y sellaron un pacto no escrito donde quedaban impunes los crímenes del franquismo.  A esta etapa se le llamó la Transición. Después de la muerte del dictador esta fórmula ha permitido al Rey desde el primer día de su reinado, hacer apología del franquismo y a la derecha española albergar en su seno a toda la gama del franquismo existente; haciendo compatibles los valores constitucionales con el olvido de las víctimas y el recuerdo permanente de los verdugos. El Rey en su primer discurso de la Corona hizo apología de Franco, circunstancia histórica justificable, pero que aún no haya jurado la Constitución y no propicie la condena del franquismo por respeto a sus víctimas, muestra una conducta moralmente detestable y políticamente anti democrática.



Los símbolos que ostentaban los miembros del grupo de violentos que asaltaron los locales de la Generalitat de Catalunya en Madrid, son símbolos franquistas, falangistas y de fidelidad al yugo y las flechas. Es decir, los franquistas de toda la vida, que si no hubieran tenido una actitud violenta, nadie y el Partido Popular y su Gobierno menos, les hubiera llamado la atención. Porque los franquistas gozan de muy buena salud política. Los franquistas son los que ahora nos gobiernan. La mal llamada Transacción modélica es un pacto tan perverso y envenenado que salvo honrosas minorías de la izquierda, nadie incluyendo los medios de comunicación se atreve a llamar las cosas por su nombre. Estos bárbaros son los franquistas, versión fascista de cuño español. El yugo y las flechas que presidía el salvaje asalto a la sede catalana, es el mismo escudo que Manuel Fraga Iribarne ostentaba en su pecho con orgullo hasta que le entregó el cetro del fascismo a Josemari Aznar y éste a Rajoy; manteniendo una copia de este cetro testigo, toda la derecha española. Podemos incluir sin reparos en esta grey y con todos los honores a la Iglesia, los banqueros, los empresarios y toda la pléyade de franquistas peperos o peperos franquistas, que tanto monta tanto monta. Llamarse con el nombre de su fundador debería ser tan honorable como para los jesuitas que pertenecer a la Compañía de Jesús; estando muy orgullosos de San Ignacio de Loyola, su fundador. Pero hay un pacto tácito que nadie se atreve a llamar las cosas por su nombre. La derecha española en su viaje eterno hacia el centro, aún no ha salido del extremo situado en la más rancia de las derechas. Están gobernando al margen de la Constitución administrando su mayoría absoluta como si de un poder absolutista se tratara. La apología del genocidio franquista no es delito porque así lo han querido los que sellaron el pacto de la Santa Transición.


La mordaza colocada al pueblo español ante la Memoria Histórica, es un crimen, sí una crimen porque se hace cómplice de los delitos de lesa humanidad. Por el contrario los mismos responsables de esta ignominia, han decretado que la Constitución española sea un credo cuyos administradores de su infalibilidad  sean los dos grandes partidos ostentando ambos la mayor de las corrupciones que se han dado en la España democrática. Sin embargo socialistas y populares consideran que la Constitución es un conjunto de artículos de fe, según les conviene. Evocan la unidad española como una herencia franquista y cambian la Constitución con nocturnidad y alevosía según el dictado de las políticas criminales de la Unión Europea. Que nadie se rasgue las vestiduras porque llamemos las cosa por su nombre. En España todas las manifestaciones pacíficas o violentas que ostenten los símbolos de Falange Española o del Movimiento Nacional, han hundido sus raíces en el franquismo. Mientras el Rey y el pacto de la Transición no condenen el franquismo y añadan a la Constitución que la apología del franquismo es un delito, el franquismo seguirá instalado en nuestra querida España.



La saga del franquismo se perpetua...


El franquismo que no cesa camuflado bajo la máscara del centro derecha. La gran mentira...

martes, 10 de septiembre de 2013

MENTES VACÍAS






Por Manuel Cano

Mentes vacías y corazones ennegrecidos, zombis de una sociedad decadente, pantallas de plasma como placebo, ocio barato, sin contenido, los engendros van por la calle desviando las miradas, cabezas gachas en claro síntoma de cobardía, los murmullos son quejas sordas, resignadas, la fuerza, la fuerza es un golpe en la mesa, un grito dirigido al frente y no al cielo, una mirada desafiante, un puño presto para devolver el golpe, es no retroceder, levantarse aun estando sometido a golpes, es no tener miedo a perder algo más. Pero los cobardes prosperan, sobreviven escondiéndose en sus casas, con escusas baratas, con mentiras que prefieren creer, lo fácil es perder, ya que es lo acostumbrado, lo que cuesta es estar dispuesto a pelear y aun así perder, pero el viaje y la ilusión de conseguirlo abra valido la pena, los cobardes no viven con emoción y sus vidas perecen sin ningún sentido.
Las mentiras como verdades absolutas, los valores que predominaban y nos hacían fuertes, son vistos hoy en día como debilidad, la sociedad ha entrado en decadencia, promovida por la cultura de espectros que renegaron de toda humanidad, cegados por la más absoluta avaricia, sicópatas endiosados, carentes de honestidad, nos conducen a la extinción, al pozo negro de la desconexión social, al robotizaje de mentes condicionadas y sin ninguna inquietud por el saber, somos el desecho de lo que en algún momento se espero de nuestra capacidad para crear y, de ello lo transformamos en poder de destrucción, no solo de nuestro entorno, sino del mismo interior del ser humano.