martes, 10 de junio de 2014

LA CASTA EN LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN


Por Pedro Taracena




Mientras que la República Española no sea reconocida como régimen legítimo expresión del Estado de Derecho, la reconciliación nacional no será posible. Es injusto que Felipe VI sea coronado como legítimo Jede del Estado constitucional, cuando su abuelo Don Juan, Conde Barcelona, fue arte y parte del golpe de estado militar, de la guerra civil y su padre el Rey Juan Carlos recuperó la Corona como legado y testamento del Caudillo cuya legitimidad le venía dada por la Gracia de Dios. Ese testamento se hizo realidad por el pacto perverso que los franquistas impusieron a los que no lo fueron nunca. La mal llamada "modélica" Transición traicionó a la República y dejó impune a los crímenes de lesa humanidad. La Casta nacida el memorable 18 de Julio de 1936, es la que ha marcado la hoja de ruta hasta nuestro días. Los medios de comunicación han estado al servicio de la tiranía. Lo demás es consenso para ahogar la verdad...


El periodismo en general se mueve en el difícil equilibrio entre el derecho a la información y la libertad de expresión. Que es tanto como decir entre la verdad y la mentira, ésta envuelta en imprecisiones o mutilaciones de la realidad.
Todos los medios de comunicación se arrogan el sobrenombre implícito o explícito de independientes. Independientes de qué o de quién. La línea editorial de un medio en principio no renuncia a tener una vocación exclusiva y excluyente de la noticia, que le hace sentirse único. Eso no quiere decir que tenga el patrimonio de la verdad y que responda fehaciente al derecho a la información de los ciudadanos.
Los directores, redactores, periodistas, analistas, corresponsales, tertulianos y en general todos los profesionales que hacen los medios gráficos y audiovisuales, tienen como objetivo satisfacer el derecho a la información del pueblo. Una información veraz, completa y actualizada. También son ciudadanos con una ideología política que tan solo tiene los límites que establece la Constitución. No obstante todos los medios públicos o privados tienen un dueño, una empresa un grupo editorial o el propio Estado. Llegado a este punto conjugar el derecho a la información a través de la transparencia exigida que  vislumbre la verdad y los intereses políticos y económicos del titular del medio, es ardua tarea. Si en este punto la falta de concordancia entre la teoría y la práctica,  delatara que esto no fuera verdad, ahora no estaríamos hablando de La Casta. Es evidente que el uso de este vocablo es peyorativo, desfavorable… Los medios de comunicación en la medida que se apartan de sus fines democráticos, éticos y morales, se constituyen en casta, en grupo de presión o en lobby de otra casta. Se ha dicho que la información es poder y se puede añadir que la desinformación es subdesarrollo y falta de democracia.
Para establecer las desviaciones de los medios de lo establecido en sus idearios éticos, el ciudadano tiene dos herramientas a su disposición: El grado de corporativismo existente donde la crítica y la autocrítica están inéditas como norma de conducta, y la identificación y dependencia que los periodistas y tertulianos tienen de quien les paga, les protegen o les promocionan. Las tertulias en los medios se convierten en variaciones del mismo tema. Los políticos llamados a debate, se encuentran con otros tertulianos que defienden los mismos valores que se debate en el Congreso de los Diputados. El periodista no lleva a la tertulia la opinión de la calle, lleva la propia valoración que su redacción le ha indicado, convirtiendo el debate en una tediosa copia del espectro parlamentario.
Solamente cuando el moderador de un debate lleva a alguien verdaderamente conocedor de la materia tratada, es cuando el debate se anima y el  espectador u oyente, se ve identificado con el ponente. La Casta utiliza desde hace muchos años términos, expresiones y tópicos para justificar el pensamiento único dictado por la Transición. Pero las Redes Sociales se han encargado de reorientar el rancio, caduco y casposo periodismo. Si las facultades y escuelas de periodismo no evolucionan, están estafando a los futuros profesionales de la información. El periodismo basado en el titular que cuando se da ya está caducado, en las exclusivas y primicias, que ya han sido captadas por la persona que más cerca estaba con un móvil, sólo creará frustración en los futuros periodistas. El periodista que no lleve a las redacciones, tertulias y debates, el sentir de la calle, es un periodismo fallido. O es un periodista lacayo del poder de turno. Los hay que sin ningún disimulo se presentan como auténticos voceros del poder. Periodistas que han defendido al poder a sueldo y cuando les han echado a la calle, lejos de reclamar se han visto recompensados con aquellas palabras clásicas de: Roma no paga traidores.


No hay comentarios:

Publicar un comentario