sábado, 1 de noviembre de 2014

LA DESIGUALDAD

Isidoro Gracia
Exdiputado
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El nuevo informe de Intermon Oxfan demuestra que la crisis es cosa de pobres.



EL MURO
Pedro Taracena

El informe llega más lejos que del Centro de Estudios del FMI de 2010,  que concluyó que una de las causas más importantes de la actual  crisis es el crecimiento de las desigualdades sociales.
Yo creo que los ciudadanos conscientes debemos también sacar nuestras propias conclusiones y, si no estamos de acuerdo,  actuar para corregir el rumbo. En esto la historia nos muestra como sistemas de civilizaciones aparentemente inamovibles y perdurables colapsaron, estando presente siempre como una de las causas detonantes la desigualdad.
 Los actuales sistemas democráticos y representativos, al menos aparentemente, devienen del colapso de los absolutismos instaurados por “la Gracia de Dios”, que la revolución francesa se encargó de superar, y los otros absolutismos que sustituyeron la religión teísta por la del Partido Único.
 Tomando como referencia la misma que tomaron en su día los defensores de los gobiernos representativos, frente a los que propugnaban el ejercicio del poder por élites, fueran estas de nacimiento, de coreligionarios, o de sabios: “La multitud que no se reduce a unidad es confusión; la unidad que no depende de la multitud es tiranía” (Pascal)
 Cuando se ha llegado a un punto que según el informe "la desigualdad extrema corrompe la política, frena el crecimiento y reduce la movilidad social, fomenta la delincuencia e incluso los conflictos violentos. Desaprovecha el talento y el potencial de las personas y debilita los cimientos de la sociedad", parece que la civilización occidental vuelve a estar en situación de tiranía. Se ha sustituido al Dios o al Partido omnipotentes por el Dios Mercado y  la Desregulación, pero lo cierto es que la concentración de riqueza es extrema y el poder está en manos de élites muy minoritarias para las que trabajan gobiernos  y organismos, mediante la compra del poder político, consiguiendo de esa forma que  "muchas de las personas más ricas amasaran sus fortunas gracias a las concesiones gubernamentales exclusivas y la privatización inherentes al fundamentalismo de mercado".  Agua, energía, salud, educación, son campos donde buscar ejemplos muy próximos, en especial en España y Europa.

En la memoria de la mayoría, que no de todos desgraciadamente, está como se resolvieron esas situaciones de tiranía: en todos los casos con la rebelión de la ciudadanía transformada en masa. En algún caso en ámbitos del conjunto del imperio, en otros de estados e incluso de tribu, disfrazada de nación. Esperemos que hayamos aprendido de la historia y afrontemos el legítimo combate a la tiranía mediante fórmulas “civilizadas” (de sociedad civil). Por ejemplo, recoger como delito cualquier relación con paraísos fiscales (es absolutamente improbable que no se utilicen para la evasión fiscal), la penalización con tasas de los movimientos financieros especulativos (es absolutamente seguro que esos movimientos no tienen como objetivo la creación de empleo o riqueza para el conjunto de la sociedad), la recuperación del control público y directo de la administración de los servicios básicos como el agua, la producción de energía, la sanidad, la educación obligatoria y la protección social, expropiando si es necesario, son temas que pueden abordar desde el derecho nacional e internacional. Para muchos empieza a ser evidente que esta crisis es el preludio del fin sistema que ya nos oprime a una inmensa mayoría. Que la salida de la situación sea un nuevo contrato social negociado por los dirigentes políticos, o fruto del asalto al poder, tal y como se empieza  a propugnar por fuerzas emergentes, por masas  más o menos organizadas, es solo cuestión de tiempo y oportunidad. El resultado, de una sociedad estable con ciudadanos razonablemente contentos con su grado de bienestar, si el proceso se hace repartiendo beneficios y poder,  o inestable y violenta, si se obliga al mero asalto a los, solo teóricos, derechos adquiridos de esos pocos, pero aún demasiados, milmillonarios y sus adjuntos, también es cuestión de un mero ejercicio de inteligencia.

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