La sensualidad patrimonio natural del ser humano
El Templo de
Debod. P.T
Sin
acudir a principios científicos, por mera observación, los seres
humanos recibimos sensaciones de todo aquello que nos rodea a través de
los cinco sentidos: la vista, el oído, la lengua y labios, el olfato,
los dedos y manos, son ventanas abiertas en nuestro cuerpo para percibir
ciertas variaciones sensoriales, que si son positivas nos causan
deleite, y si arrastran cargas negativas nos hacen daño. El cuerpo en
general puede ser receptor y emisor de una gran carga sensual. Una suave
brisa sobre el rostro, la contemplación en una puesta de sol paseando
por la playa con los pies descalzos, las caricias de la persona amada,
un apretón de manos entre amigos, o una sesión de masaje escuchando
simplemente el silencio. Las sensaciones conscientes propiciadas por
estímulos propios o ajenos, configuran nuestra sensualidad. Los animales
también reaccionan ante cualquier estímulo de acuerdo con claras o
veladas muestras de agrado, desagrado o indiferencia. Es evidente que
no es preciso ser versado en ciencia, para saber que la sensualidad toma
parte del reino animal y es suficiente la simple observación para
comprobarlo.
El primitivo instinto de
procreación y conservación ha jugado un papel evidente en la evolución de las
especies. Además de los cinco sentidos captores de la sensualidad, la
naturaleza les ha dotado de la atracción sexual. El macho busca a la hembra
arrastrados en época de celo para la copula y de este modo garantizar la
supervivencia de su especie. Sin embrago la sexualidad en el ser humano, aunque
tenga el mismo fin, es mucho más compleja y se pueden apreciar muchos matices.
La mujer y el hombre no están a expensas del periodo de celo como el resto de
las especies. El libre albedrío decide cuándo y con qué fin se produce el
ayuntamiento sexual. La naturaleza que ha dotado de sexualidad a mujeres y
hombres, no está al servicio exclusivo de la procreación. Más aún, la
sexualidad enriquece sobremanera la sensualidad que proporcionan los cinco sentidos,
de los cuales estamos dotados. Sin profundizar en la antropología del ser
humano, se puede constatar que aunque el aparato genital reproductor de ambos
sexos, encuentre su último fin en la procreación, de ninguna forma es exclusivo
y excluyente de otras manifestaciones sensuales y sexuales. Esta evidencia
promocionada por la naturaleza, no siempre ha sido interpretada por el hombre
de este modo.
El paradigma que la historia
de la humanidad ha ido diseñando a través de los tiempos, está preñado de Influencias
decisivas culturales y religiosas.
Cuando en este ensayo nos referimos al paradigma, es evidente que esta
singularidad encierra una pluralidad. Contaminando los valores naturales de la
sexualidad y la procreación; estableciendo que la sexualidad es intrínsecamente
mala cuando trasgrede su fin, que es el de la procreación conforme a las leyes
naturales.
Foto: Alon Albergu
Muchos son los avatares que han configurado este binomio
sexo-reproducción. Para acotar las secuencias en este breve ensayo, podemos
tomar el siglo XX en el contexto del mundo occidental, como ejemplo de
paradigma más próximo. La célula social que albergaba la venida de la prole,
era la constitución más o menos formal, de una futura madre y un futuro padre.
El mundo judeo-cristiano y más tarde el islam, introdujeron mandatos de origen
divino relativos al uso y abuso del
sexo. La sociedad occidental es producto de una religión monoteísta con mucho
poder de influencia sobre los pueblos, hasta la segunda mitad del siglo XX. El sexo
quedaba relegado al matrimonio religioso y exclusivamente con fines
reproductores. Es decir, la institución matrimonial ponía remedio a la
concupiscencia, resolviendo la incontinencia sexual. Sobre todo encaminado a
traer hijos al mundo. El placer es una consecuencia que obtenido al margen de
este fin, es pecado. Es reo de culpa y por tanto de condenación, quien
practique autocomplacencia en sus zonas erógenas mediante la masturbación. Tampoco le está permitida la práctica coital
con intención de evitar la concepción, mediante profilácticos de cualquier tipo
o eyaculando en el exterior, lo que se viene denominado, onanismo. Por supuesto
toda relación sexual encaminada solamente al deleite sexual, fuera o dentro del
matrimonio canónico, está considerada como perversa y mala. Una vez situados en
el lecho conyugal, no todo les estaba permitido al hombre y la mujer. Las
prácticas al margen del ayuntamiento sexual exigido para que el semen del
hombre se deposite en la vagina de la mujer, son consideradas como pecado y
contra natura.
Foto: Alon Albergu
Es fácil deducir que la
sexualidad y la religión son opciones antagónicas. La religión considera la
sexualidad como algo sucio, vicioso y malo. Sin embargo la abstinencia y el
autocontrol se valoran como virtudes y conductas meritorias. La sexualidad al
margen de la procreación, es pecado mortal, sin embargo estas mismas conductas
en las sociedades occidentales, se reconocen como derechos intrínsecos de la
persona. La evolución de las ideas morales y políticas a través de las épocas
ha sido muy lenta, y la separación del poder religioso y el poder político, ha
caminado en paralelo acompañados del pensamiento teológico y racional
respectivamente. Dando lugar a los estados donde el hecho religioso se reducía
al ámbito privado, surgiendo las sociedades laicas. Los estados modernos se
dotaron de constituciones laicas o aconfesionales. Como consecuencia de este
laicismo sin ataduras religiosas, surgió la libertad sexual que se convirtió en
un derecho inalienable de la realización de la persona. Pero en no pocos países
el conflicto sigue situado entre la vieja alianza trono altar y el maridaje de
facto entre la Iglesia y el Estado. Sobre todo en las naciones que siguieron la
Contrarreforma de la Iglesia Romana, han mantenido y mantienen un reducto nada
despreciable de oposición a los valores laicos, ajenos a cualquier confesión
religiosa. El caso español es un ejemplo de la influencia de las tesis
vaticanas a lo largo del siglo XX, a pesar de dotarse de la Constitución de
1978, con valores laicos y teóricamente aconfesionales.
La libertad sexual, supone
la ruptura del paradigma. La sexualidad considerada como un valor positivo
marca la mayor ruptura, entre el pensamiento basado en la razón y los
principios aceptados por la fe. Donde la sexualidad no entiende de géneros. El
hombre y la mujer son iguales y ligados por valores humanos, no divinos. Son
libres para desarrollar la sexualidad de forma individual, buscando su propio
placer. También entre hombres y mujeres o bien formando parejas del mismo sexo,
sin necesidad de establecer ningún vínculo legal. Respetando siempre los
compromisos evidentes de respeto, igualdad, libertad y complicidad. Donde nadie
es más que nadie, ni menos que ninguno. El fin de las relaciones sexuales no es
la procreación. La procreación es una opción. De aquí se deduce que la
maternidad no viene impuesta a la mujer. La mujer decide ser madre o no. Y una
vez embarazada establece si desea parir o interrumpir su embarazo según las
leyes. La maternidad es un derecho, no una obligación. Y el derecho a decidir
sobre su propio cuerpo es de la mujer, no del Estado o de la sociedad. La
discrepancia sobre si la interrupción voluntaria del embarazo, es un derecho de
la mujer o prevalece el derecho a la vida del no nacido, es una discusión que
tiene bases morales y religiosas no científicas.
La libertad sexual nos
conduce a la igualdad, esta igualdad no la concede la realidad de ser padres.
La igualdad viene dada por el derecho natural reconocido por la Constitución.
El ser humano tiene los mismos derechos, sea mujer u hombre. A estas alturas
los logros y cotas obtenidas en el derecho a la libertad sexual y en la
igualdad en general, se puede afirmar sin lugar a equivocarnos que, en el plano
personal, social y legal, sí se ha roto el paradigma. No obstante, este
paradigma aún se resiste a desaparecer, pero los argumentos que lo sustentaba
están perdiendo fuerza.
Todo aquello que era pecado,
prácticas contranaturales que constituían esquemas inamovibles como la familia
tradicional, han saltado por los aires. Las prácticas sexuales son una realidad
en nuestra vida. Más aún, la sexualidad es el motor del mundo. La sexualidad
está presente de forma individual y compartida, hombres con hombre, mujeres con
mujeres, mujeres con hombres, formando parejas de hecho o de derecho.
Matrimonios mixtos, civiles o religiosos, porque en el caso de los matrimonios
religiosos, los hay que no aceptan todos los preceptos canónicos; quedando la
ceremonia eclesiástica como un evento
social. El erotismo es el amor
sensual e impulsor de la sexualidad. Es la capacidad del ser humano para
imaginar y crear fantasías que exciten el apetito sexual, y así lograr mayores
cotas de originalidad y de placer; evitando la rutina y ahuyentando el tedio.
La libido es la fuente del deseo sexual, considerado por algunos sexólogos como
la raíz de las manifestaciones de la actividad psíquica. La divinidad Eros,
antagónica de Yavé, exalta el amor físico elevándolo a la categoría de sublime.
Esta narración poética entra en conflicto con los estoicos planteamientos del
paradigma ancestral herido de muerte en nuestros días. Planteamiento prosaico
de que el sexo únicamente sirve para engendrar y multiplicar la especie.
Observando los avances y
logros sensuales, sexuales, eróticos y por qué no, pornográficos, encontramos
que las satisfacciones logradas, han saltado los muros de los lechos amorosos y
se comparten con las redes sociales en beneficio de la colectividad. La escuela de la sexualidad es una realidad.
Los temas tabú salen de los armarios de la hipocresía, y alcanzan el valor que
nunca debieron haber perdido.
Ahora se habla de las
conquistas de la mujer en la consecución de sus
orgasmos. En las iniciativas y alternativas, donde no hay nada vedado o
vetado. El débito conyugal no doblega a la mujer a ser la sirvienta sexual del
hombre. Puede rechazar o demandar solicitudes de su compañero, como el coito
anal, el sexo oral o la colocación de un preservativo si así lo desea. La
“postura del misionero”, preconizada por la Iglesia, queda fuera del lecho del
placer. Hay alternativas venidas de Oriente o de Occidente que son más
placenteras y menos dependientes y humillantes.
Si el paradigma se ha roto
con la legalización de las relaciones gay, la irrupción legal también de las
relaciones lésbicas, han tenido mayor
explosión de libertad si cabe, y
luchan porque su visibilidad en la sociedad sea mayor hasta alcanzar la
normalidad. Al menos en el lenguaje habitual ya no se oculta que el hombre
también tiene su punto G. Y que las relaciones entre mujeres, aunque no
disponen del falo, pieza considerada esencial en la historia de la humanidad,
no son por ello menos placenteras. El falo tiene mucho de mito. Es el símbolo
del poder sexual, de la fertilidad como esencia de la procreación, y sobre todo
al hombre se le consideraba hombre mientras su miembro viril se encontrara en
erección. ¡Cuántos fracasos amorosos se han producido por esa petulancia!
Mientras el hombre presumía de no se sabe cuántos polvos en una unidad de tiempo
imprecisa, pocas veces enumeraba los orgasmos que había provocado en su amante.
Y mientras su altanería no tenía límites, en los lechos conyugales se acuñaba
la frase del orgasmo fingido. El falo también es el símbolo de la sumisión de
la mujer ante el hombre, casi por naturaleza.
El paradigma se ha roto, y
con él, el mito del macho ibérico. Mito estrictamente español inspirador de
dramaturgos y músicos. El pene es el símbolo del sexo, pero no de la
sexualidad, y menos de la sensualidad, que interviene todo el cuerpo. Hay
hombres que por razones patológicas, padecen de forma permanente o temporal la
disfunción eréctil. ¿Este hombre es un mutilado sexual? No, simplemente tendrá
que utilizar otras herramientas de su propio cuerpo. La sexualidad se concibe
en el cerebro y a través de las habilidades sensuales puede alcanzar sus
ansiados objetivos. A raíz del episodio eréctil un paciente consultaba a su
cirujano: “Doctor, ahora que me ha practicado una extirpación radical de la próstata por un tumor cancerígeno,
¿no volveré a encontrarme el punto G? Esto lo decía antes de salir del
hospital. En la primera revisión después de la intervención quirúrgica, el
propio paciente traía la respuesta. Lo que él creía que provocaba el placer
orgásmico, no era la superficie de la próstata, las órdenes procedían de más
arriba.
El paradigma ha roto,
también, los dogmas y mitos tradicionales. Aquellas personas que se unían en
matrimonio soportaban el yugo de la sentencia implacable que decretaba: “Y se
unirá el hombre a la mujer y serán los dos una misma carne, hasta que la muerte
les separe” Así se comenzaba a vivir en una mentira. Se condenaban a que este
yugo les hiciera iguales, no siendo posible y además perdiendo forzosamente su
individualidad. Los dos juntos cumplían la condena de hacer lo mismo, aceptando
lo mismo y discrepando en lo mismo. Mientras se producía el hecho de que el
amor podría no ser eterno. Este concepto perverso de la unión, mataba toda
riqueza individual perdiendo la ocasión de complementar la vida en común.
Cualquier osadía que intentara salirse del guión establecido, caía sobre el
transgresor la sospecha de infidelidad. Este pretendido equilibrio lejos de
hacer justicia, favorecía las tendencias de posesión del hombre (activo), y las
posturas sumisas de la mujer (pasiva). El amor nada tenía que ver con la
procreación y la sexualidad tampoco estaba exclusivamente ligada al amor. El
amor, el sexo y la procreación no formaban una misma esencia. Podían coincidir
en el tiempo, pero no constituía garantía de permanencia. La venida de los
hijos en esa confusión de falsedades conceptuales, encubría evidencias que de
existir, eran temporales o nunca habrían estado presentes, al menos como
estaban escritas en los paradigmas ancestrales. El yugo matrimonial a perpetuidad
engendraba el machismo que tardaría muchos siglos en considerarse como perverso
y negativo, atentado contra la dignidad de la mujer y contra la igualdad.
Dejando constancia que: el amor, el cariño, la sexualidad, la sensualidad y la
procreación, pocas veces venían juntas como libre opción. Quedando claro que
para conseguir la perpetuidad de la especie solamente es necesario el
ayuntamiento carnal. Como el resto de los animales.
Antes de continuar sobre las
opciones sexuales, es preciso hacer un hueco a la virginidad. El estado virgen
tanto del hombre como la mujer, era valorado de forma diferente. El hombre
tenía patente de corso para abandonar este estado tan pronto como tuviera
oportunidad; encontrando siempre un apoyo en un amigo o en algún familiar. La
mujer sin embargo debía ir virgen al matrimonio, de otro modo era rechazada por
el posible pretendiente y en otros extremos, si se perdía antes del enlace
matrimonial caía una mancha sobre ella y en algunas etnias sobre su familia. La
virginidad en la actualidad carece de valor y tan solo en los colectivos
creyentes y practicantes, se tiene en cuenta. Actuando más como prejuicio
social, que como convicción religiosa o moral.
Cuando el paradigma se
rompe, se destruye de forma radical, porque es difícil de recomponer y más aún
mantener ciertas partes de un todo, granítico y ancestral una vez roto. La
libertad se impone y los prejuicios irracionales dan paso a la naturaleza que
es todo lógica, mostrándose dócil ante la voluntad del ser humano. Libertad,
responsabilidad e igualdad. Todos estos valores no pretenden justificar y
argumentar la ruptura del paradigma. No, solamente pretenden observar cómo se
comportan la mujer y el hombre cuando no pesa sobre ellos, las imposiciones que
contradicen su natural forma de realizarse. Evitemos caer en epítetos como:
antinatural, contra natura, aberración sexual, desviación de la conducta humana
y otros que califican como negativo todo aquello que es ajeno al paradigma
ancestral. Calificativo repetido en este ensayo de forma ineludible. Es
evidente que en ausencia de libertad en las relaciones mutuas de cualquier
naturaleza, abuso de una de las parte sobre la otra y agresiones que violenten
la voluntad del otro, nos adentramos en conductas perversas y detestables. Pero
mientras obedezcan a decisiones libres y
responsables, sin prejuicio de un tercero, el paradigma lejos de recomponerse,
seguirá roto para siempre.
Después de esta anotación
necesaria, nos adentramos en el interior del paradigma descompuesto y desactivado.
Cómo abordar la bisexualidad, la transexualidad, el cambio entre parejas, el
llamado menaje á trois, la orgía… Todo ello lo vamos a tratar aquí a partir de
la base de que estos comportamientos no contradigan la voluntad de los
protagonistas en cualquier variante del encuentro sexual.
Hay hombres que nacieron
mujeres y mujeres que nacieron hombres. Es una evidencia incontestable, porque
los órganos reproductores son de naturaleza biológica, y los sentimientos y las
opciones sexuales emanan de la mente. El género no es exclusivo del órgano
genital, es más complejo y se encuentra en lo más profundo de la personalidad
del ser humano. El paradigma se rompe porque esta materia no es de índole moral
y encorsetar la naturaleza de la persona en un paradigma hecho por los hombres
para medir y excluir a los otros hombres, es perverso. Como resultante de esta
ruptura la legislación de cada país, tiene en sus manos elevar a legal lo que
en la calle es real de índole natural. No ha estado nunca en las manos del hombre
o la mujer racionalizar el curso de su propia naturaleza. Bien es verdad que la
ciencia está dando respuesta y encauzando estos conflictos personales, de forma
satisfactoria.
Otra de las opciones de
índole sexual que podemos observar y que corresponde a la vida hecha realidad y
tangible, es la bisexualidad. Es decir, aquellos seres humanos que siendo
heterosexuales, sienten también atracción sexual por el mismo sexo. La opción
puede presentar conflictos frente a una tercera persona, pero esto no anula la
realidad y tan solo se puede valorar como negativo, si se perjudica o engaña el
compromiso contraído con otra persona. Pero nunca por cuestiones religiosas o
costumbres morales. La bisexualidad es
una forma más de realizarse sexualmente. Es una prueba más de que el modelo
natural basado en la libertad y en la igualdad, nada tienen que ver con el
paradigma impuesto por los dioses, implantado por la clase sacerdotal que se
arrogaba la infalibilidad de interpretar la verdad absoluta, al margen de la
naturaleza. El placer es naturalmente positivo y la realización sexual un
atributo y un derecho.
Después de estos
planteamientos que venimos considerando de procedencia natural, es decir la
sensualidad y la sexualidad, existen otras realidades las cuales se sitúan en
el campo del amor. Como realidad social venimos observando las diversas
opciones amatorias, formales, legales, de hecho o de derecho. Pero siempre
contemplando dos sujetos como únicos protagonistas. No obstante la realidad nos
dice que hay quien ha tratado de darse respuesta a la cuestión de tres
protagonistas en el juego amoroso, no solamente de forma esporádica, sino
establecido que no formalizado de derecho, en una opción de convivencia. Esta
práctica minoritaria e innegable en nuestros días, rompe más si cabe el
paradigma ancestral. Los hay que lo consideran contra la naturaleza y sus
defensores, determinan que es una opción como las demás. Cuando las encuestas
que estudian todas estas cuestiones que venimos tratando muy someramente en
este breve ensayo, hacen preguntas secretas, espontaneas y libres, todas las
opciones naturales posibles salen a la superficie con todos sus matices, es el
bagaje cultural el que encorseta los hábitos y costumbres en lo
tradicionalmente admitido como único natural y bueno. Pero nada tiene que ver
con que esa estructura sea granítica y eterna. Hay libros que han profundizado
en estas fórmulas de convivencia basadas en una relación íntima amorosa con
tres personas de diferente género, libre, sincera, simultánea, estable y sexual. Donde siempre está presente el
consentimiento de todos los integrantes de la unidad amorosa. Estos libros son:
El mito de la monogamia. Siglo XXI. Madrid, 2003. Por David Barash y Judith
Lipton. O también, Promiscuidad. Editorial Laetoli. Pamplona, 2007.
Aunque este breve ensayo se
quede corto a la hora de abarcar la magnitud de la grandeza de la sensualidad y
sexualidad humanas, no podemos ignorar las opciones llamadas aberrantes: El
triángulo sexual formado por tres personas combinando todas las posibilidades
de género, es evidente que no corresponde a ningún estatus social formalizado
pero es una prueba de que existe este tipo de relaciones sexuales. Son opciones
libres y privadas, no clandestinas porque quien las lleva a cabo no es reo de
culpa. Cualquier práctica sexual por extrema que sea a los ojos de los demás,
solamente si quebranta la ley o escandaliza a menores, constituyen una conducta
punible. Avanzando hacia los extremos, también toman parte de la realidad las
orgías y las bacanales, heredadas sobre todo de los romanos. Como hemos trazado
anteriormente, si son privadas, libres y no se denigra a la persona, toman
parte de la riqueza que ofrece la capacidad sexual del ser humano.
Antes de que la sociedad en
su mayoría hubiera roto el paradigma, que atenazaba los usos y costumbres de
índole sexual, se produjeron comportamientos sexuales transgresores del
puritanismo imperante. En el ámbito privado se realizaban intercambio de pareja
dentro del hábito heterosexual tradicional. Un encuentro que proporcionaba
otras alternativas sexuales, eróticas y creativas. Serían pecados para la moral
pero no para el mundo laico.
Nos hacemos eco también de
otra sensualidad mucho más sutil e imprecisa. Se trata de la atracción sentida
no importa en qué género nos situemos, a la hora de manifestarnos mutuamente
cariño, ternura, complicidad, amistad, hermandad, camaradería o compañerismo.
En este campo la sensualidad, es decir la expresión espontánea de los
sentimientos, está encorsetada en unas formas sociales tradicionalmente
etiquetadas ausentes de expresividad. Aunque en los últimos años podemos
observar una evolución manifiesta: los hombres y las mujeres se dan dos besos,
aunque no sean familiares consanguíneos, y entre hombres se besan sin
connotaciones homosexuales. Pero si rompemos el paradigma, rompámoslo en todas
sus acepciones. Las muestras sensuales de cariño que se intercambian, por
ejemplo las mujeres entre sí, no se reproducen de forma análoga a la de los
hombres. Habría que hacer una reflexión sobre, si el auto control que se
imponen los hombres a la hora de manifestar las muestras de cariño o de
ternura, obedece a reminiscencias del paradigma de antaño, o bien somos
conscientes de que estamos reprimiendo nuestros sentimientos sensuales:
abrazos, masajes entre hombres, aplicación mutua de crema solar, un sinfín de
conductas que llevan consigo la amenaza de pasar por homosexuales. Advirtiendo,
no obstante, que no hemos mencionado los órganos genitales ni las sensaciones
sexuales. Además estas sensaciones conscientes no entienden de género, son
comunes al ser humano porque posee los mismos sentidos: ver, oler, gustar, oír
y tocar. Para hombres y mujeres y entre hombres y entre mujeres. El resultado
de la reflexión, quizás, nos anuncia que estamos renunciando a algo en aras de
lo absurdo… Porque hemos atribuido, no solamente conductas de protocolo y
cortesía superficial, sino que también hemos reprimido nuestros impulsos
espontáneos que contienen sentimientos de alto contenido humanístico. No se
trata de romper el paradigma de antaño y reemplazándolo por otro de hogaño. Con
este planteamiento lo que se reclama es la espontaneidad emocional, al margen
de la opción sexual.
No ha sido fácil para los
autores de este breve ensayo, huir de tecnicismos científicos que podrían
esterilizar su contenido, pero lo que sí pensamos que se haya conseguido, es
presentar negro sobre blanco esta apasionante
experiencia humana. Es decir, la sensualidad y la sexualidad que es
común a todos los mortales, aunque cada cual tenga su forma de vivirla y
compartirla, al margen del paradigma. Paradigma que estos autores reconocen que
pesa como una losa sobre todo en generaciones pretéritas. Aunque ahora
tengamos la satisfacción de entregar otra
realidad más humana a las generaciones venideras.
Este breve ensayo estaría
mutilado si no dedicara unas líneas para aquellas personas que teniendo a su
alcance una vida sensual y sexual, renuncian a ella y se consagran a la
castidad, más aún a una virginidad perpetua. Hombres y mujeres, todos ellos
consagrados a causas religiosas o laicas, bajo un rigor estoico. Este quipo ha
tenido la oportunidad de conocer de viva voz a personas que han hecho suya,
también, esta realidad. Aunque hay teorías que mantienen que unos se hacen
eunucos por voluntad propia y otros son eunucos por una causa transcendental,
asistidos por una fuerza que les alivia la concupiscencia. Esta composición
CONTEMPLACIÓN, pretendida como un poema,
nos hace movernos en la línea divisoria entre el sentir y consentir…
Foto: Alon Albergu
CONTEMPLACIÓN
El
verbo se ha clausurado,
el
silencio se hace salmodia
y el
trino de los vencejos,
interrumpe
la madrugada.
Resaca
de noches engolfadas
con
las mieles del amado,
droga
cotidiana de eunucos,
del
infierno escapados...
¡Qué
días preñados
de sol
y luna!.
¡De
muerte y vida,
embriaguez
y locura!.
¡Oh!
noches aladas,
colmadas
de angélicos aquelarres.
Fiestas
vividas en íntimas estancias,
llenas
de inconfesables placeres;
sufriendo
en las almas,
la
divina ausencia.
Bendita
incomunicación,
pórtico
y flagelo de mi vida,
lecho
mortuorio de mis sentidos.
¡No me
pidas regresar
de
esta locura...!
¡Me
atrapó…!
Antes
de nacer o antes de morir.
En un
principio o al final.
Siempre
o nunca.
¡Déjame
que me abandone
en mi
afán!
Hora
tras hora.
Salmo
a salmo,
hasta
el final...
P.T.
Nota.- Agradecemos la
colaboración anónima y desinteresada de las personas que nos han aportado su
experiencia personal en este campo. Pero ha habido otros colaboradores que han
preferido firmar sus valoraciones y así las hacemos constar.
Hugo
Roig Montesdeoca
Uno de los aspectos que
pueden dar una idea del cambio que ha sufrido la sexualidad en nuestra
civilización, es la importancia que, cada vez en más medida, damos los hombres
a nuestro aspecto e higiene. Siempre me pareció muy sexista aquella famosa
frase que rezaba, “El hombre como el oso cuanto más feo, más hermoso”. Es
decir, se daba por supuesto que la mujer debía ser una bella propiedad del
hombre y, como tal, debía estar esplendorosa las veinticuatro horas del día. No
debemos olvidar que el deseo sexual es un apetito, comparable al apetito
alimenticio, el cual tiene una componente visual muy importante, como sabemos,
nunca nos comeremos algo cuyo aspecto y forma no nos agrade. Pues en la cuestión
erótica, ocurre algo muy similar, y no quiero decir con esto que tengamos que
estar todos con un aspecto de portada de revista. Me refiero a que es justo y
necesario cuidar la imagen y la higiene de la misma manera que lo hacen las
mujeres desde hace siglos.
No hay más que echar un
vistazo a ciertas películas del cine patrio de hace algunas décadas, cuando
comenzó el conocido “destape”. La tónica era una señora bellísima con un cuerpo
de infarto y un señor que, por decirlo suavemente, ganaba mucho con ropa. Lo
que es lo mismo, el ensalzamiento sempiterno del “Macho ibérico”, ese macho que
trataba a la mujer como una especie de recurso para cubrir las necesidades
biológicas.
Cierto es que la mujer, al
ser de psique mucho más evolucionada que el hombre, valora más otros aspectos
del varón tales como su inteligencia, sentido del humor, seguridad y
autoconfianza, etc. (Si bien, a veces, esto es más un cliché que una realidad
factible). Pero es cierto también que, cada vez más, la mujer es libre y
consciente de su potencial sexual, cada vez es más exigente evaluando a su
compañero, sea éste estable o circunstancial. Ahora las mujeres también cubren
sus necesidades sexuales, sabiendo que es dueña de su cuerpo (a pesar de las
presiones en sentido contrario de algunos sectores ultraconservadores) y
buscando esa dosis necesaria de placer que, hasta no hace muchos años, les era
canónicamente denegada. Aspecto que me intriga profundamente, esa aversión de
las instancias religiosas hacia la mujer y la sexualidad. Supongo que es más
sencillo reprimir a los demás que los propios instintos vitales.
Antonio
Giovannini
Acabo de leer el ensayo, y
de verdad me parece muy bien hecho. Además estoy de acuerdo casi con todo. Pero
prefiero añadir aquí por separado unas reflexiones en lugar de escribir sobre
el texto.
Antes de todo te digo que yo
no soy ni ateo ni agnóstico, sino creyente y practicante. No obstante no tengo
problemas en vivir serenamente la sexualidad en general, y mi homosexualidad en
el específico. Pienso que la xenofobia y la homofobia no proceden de Dios, sino
de los hombres que se erigieron y siguen erigiéndose en únicos intérpretes
de la palabra de Dios y jueces de las acciones de los hombres. Como ves,
mi fe cristiana es muy personal, aunque muchas iglesias protestantes y no, como
las iglesias vetero-católicas, ya no condenan ni las parejas de hecho, ni la
homosexualidad, ni una vida sexual sin estar casados. Las iglesias, excepto la
Católica romana y las iglesias ortodoxas, están evolucionando con los tiempos y
la sociedad, aunque más despacio, y no excluyo que incluso la Católica pueda
cambiar algo de su actual postura rígida y anacrónica. Te digo eso porque
conozco muy bien muchos curas y religiosos que no están de acuerdo en absoluto
con el magisterio oficial y esperan que los jefes en breve corrijan su postura.
El problema es también que detrás de la religión hay en la iglesia, como en las
estructuras de las otras confesiones religiosas, un montón de intereses que con
la religión y la espiritualidad tienen muy poco que ver. Como segunda
reflexión, puedo decirte que, por lo poco que conozco, hay muchísimos ejemplos
de bisexualidad y de homosexualidad también en muchas especies animales
diferentes. Eso hace todavía más absurda la teoría que tales inclinaciones y
comportamientos sean "innaturales", o peor en contra de la
naturaleza. Al máximo se puede decir que no son comportamientos e inclinaciones
predominantes, y ni eso si se miran unas especies de primates como el bonobo
(que por supuesto parece ser el más parecido al hombre). En el bonobo la
bisexualidad, sobre todo en los machos, es casi la norma. El problema para mí
es eso: el hombre, que está situado más arriba de los otros animales,
porque tiene un intelecto y sobre todo un alma de nivel superior, tiene que
saber gestionar y controlar la esfera de su sexualidad, así como todas sus
actividades, de manera tal que no sea esclavo de sus instintos, pasiones y
pulsiones, sino sea el dueño de esas, y viva el sexo de manera responsable,
madura y respetuosa de sí mismo y sobre todo de los otros. Por ese mismo motivo
yo respeto de manera profunda a los que libremente eligen no vivir su
sexualidad, es decir los que viven en castidad. Si ellos desarrollan mejor su
personalidad y su espiritualidad viviendo de esa forma, y son capaces de
hacerlo sin tener problemas serios, me parece estupendo, aunque creo que justo
esa forma de vida es "innatural", porque se trata de reprimir y
ahogar instintos, pasiones y funciones básicas de la persona humana.
Bueno, espero no haberte
aburrido demasiado con mis palabras, y también no haber cometido muchas faltas
de gramática u ortografía, porque, como sabes, yo no soy español de
origen aunque hoy veo a España como a mi país.
Feliciano
Tisera
Día a Día Córdoba
(Argentina) 09/09/2013
Asexuales: vivir la vida sin
sexo.
Hay especialistas que los
llaman el cuarto sexo (después de los heterosexuales, los homosexuales y los
bisexuales) y ellos aseguran que son el 1% de la población. En Córdoba no
tienen visibilidad. Pero ya hay un pionero.
Si Adán y Eva fueron
asexuales, mirarían con esta desconfianza la “manzana del pecado”.
Andrés,
pide que lo entiendan
“Asexual: persona que decide vivir sin sexo
porque no siente atracción sexual hacia otras personas”. Esa definición es la
que se dan ellos mismos, a través del colectivo que los reúne en todo el mundo,
y que en Latinoamérica se llama Reva: Red para la Visibilidad y Educación de la
Asexualidad. En Córdoba no hay una comunidad asexual, pero hay un pionero que
quiere construirla: Andrés Danielo, un estudiante riocuartense que vive en
Villa María, donde estudia ingeniería en sistemas y administra la página de
Facebook del Reva. “Si no hubiera aprendido lo que es la asexualidad, si no
hubiera encontrado gente como yo, me sentiría mal, porque sentiría la
obligación de tener sexo. Y no es así: si alguien no desea tener sexo, por más
que ame a la otra persona, no lo tiene que tener”, le dijo Andrés a Día a Día.
No te obligues. Los
asexuales buscan visibilidad, no tanto para que la sociedad los deje de ver
como “bichos raros”, sino, principalmente, para que aquellos que comparten esta
falta de interés sexual en otras personas vean que hay mucha gente como ellos.
Y que se sientan libres para desechar el sexo.
“Es como si un gay sintiera la obligación de tener sexo con mujeres sólo
porque no sabe que hay otras personas como él y que es normal”, explica Andrés.
Por ahora, los asexuales se
nuclean en Argentina en un movimiento nacional, porque en las provincias no hay
comunidades formadas. Por eso, Andrés llama a las personas que sientan lo mismo
a que se pongan en contacto, lean artículos, y despejen dudas: “Sentimos que no
nos conocen porque somos pocos, pero en realidad somos más de lo que creemos.
Hay muchas personas que en este momento se están forzando a tener sexo para
sentirse ‘normales’, pero son asexuales y no se dan cuenta porque no conocen el
término ni lo que significa. Por eso buscamos visibilidad. Si nos envían
consultas, nosotros las vamos a responder”.
Los asexuales nucleados en
la Reva (la filial en español del movimiento Aven, en inglés) pretenden dar
apoyo a jóvenes que han sentido lo mismo que ellos durante el desarrollo de su
sexualidad. “En la adolescencia, en el colegio, con las primeras salidas,
comienza a desarrollarse la identidad sexual de la persona. A nosotros no nos
pasa”, explica Andrés, a quien le gustan las mujeres, aunque sin deseo de
mantener relaciones sexuales. Afirma categóricamente no sentir ningún tipo de
atracción hacia hombres. “El hombre, en nuestra sociedad, está visto como el
macho que sale a buscar mujeres. Si uno no hace eso, piensan que es gay. Y no
es así”, explica.
Problemas de
pareja. Por supuesto, el tipo de atracción que Andrés siente a hacia las
mujeres le complica sobremanera el tener una pareja, aunque alguna vez haya
estado enamorado. “Ese es uno de los problemas que tenemos los asexuales que
buscamos pareja. He tenido novias, pero no ha sido gran cosa, no he tenido
parejas estables ni noviazgos duraderos”, asegura el joven cordobés. Los asexuales, según especialistas, se suelen
dividir en dos tipos: los que no sienten deseo sexual, y los que sí suelen
sentirlo, pero no les apetece compartirlo con otra persona: vale decir, se las
arreglan solos.
“En la mayoría de los casos,
tu deseo sexual te lleva a tener relaciones con otra persona. En el asexual, el
deseo sexual no se vuelca en alguien”, explica.
Recalca que no siente repulsión ni fobia al contacto físico: “He besado y acariciado a mis novias y todo bien: no me da fobia tocarlas. Simplemente que no me nace mantener relaciones”.
Recalca que no siente repulsión ni fobia al contacto físico: “He besado y acariciado a mis novias y todo bien: no me da fobia tocarlas. Simplemente que no me nace mantener relaciones”.
Salir del armario. El
movimiento de visibilización de los asexuales nació en San Francisco,
California, Estados Unidos, a través de la web creada por el activista David
Jay (www.asexuality.org).
Hay 16 comunidades, divididas por idioma. La comunidad en español ha sido una
tabla de salvación para que Andrés entendiera que no está solo en el mundo.
“A través de Reva he
conocido a personas de varias partes del mundo con las que me comunico,
charlamos y constantemente debatimos. A veces volcamos nuestra frustración por
sentirnos incómodos en una sociedad que muestra que el sexo es todo”, cuenta.
Y traza una analogía con el
camino que siguieron las personas homosexuales para ser aceptadas en la
sociedad, y que aún no ha terminado: “Se suponía que a los hombres les gustaban
las mujeres y viceversa. ¿Cómo se sentían los homosexuales y las lesbianas
antes?”.
Nació en Estados
Unidos. El movimiento de visibilización de los asexuales surgió en
California, Estados Unidos: www.asexuality.org
Estar en el ojo de la
tormenta. “Sé que me voy a poner en el ojo de la tormenta. Habrá gente que no
me entienda, alguno se reirá. Lo enfrenté una vez con mi mamá y no salió muy
bien: no terminó de entender el concepto. Ella piensa que es una fase temporal,
como mucha gente piensa. Que aún no se te desarrolló. Te dicen ‘Ya vas a ver’,
o ‘El sexo es hermoso, ¿estás seguro?’. No soy virgen, no he tenido muchas
experiencias, pero... ¿las he disfrutado? Ni sí, ni no”. Andrés Danielo no
tiene miedo a enfrentar lo que le venga después de esta nota: “Es lo mejor. Si
hay que hablarlo, lo hablaré. Si leen una nota en la que plasmes lo que digo, a
lo mejor me pueden entender. Ven que no es una moda ni nada por el estilo”.
Cómo comprender a la gente asexual
Cómo comprender a la gente asexual
Creado por Charlyfar, Pamela Gonzalez, WikiVerificador
Los
asexuales son aquellos que no experimentan atracción sexual. Aunque hay
algunos, incluyendo pero no limitándose a los gris-asexuales, que
experimentan atracción sexual un momento u otro. Esto no significa que
estas personas tengan un trastorno y pueden ser muy felices de esa
manera.
Pasos:
1
Ten
en cuenta la diferencia entre asexualidad y celibato. Ambos términos no
significan lo mismo. Las personas célibes son aquellas que podrían
sentir atracción sexual, pero se abstienen de realizar alguna actividad
sexual, mientras que los asexuales no tienen ningún tipo de deseo sexual
por ningún género. No todos los asexuales son célibes.
2
No confundas a los asexuales con los homosexuales. Los asexuales no son homosexuales reprimidos. Ellos no sienten atracción sexual hacia su propio género, lo que descarta a la homosexualidad como una orientación; sin embargo, algunos asexuales son homorrománticos. Ellos son capaces de sentir una atracción romántica y pueden identificarse con muchas orientaciones románticas distintas (panrromántico, birromántico, heterorromántico, lith rromántico, sapiorromántico, etc.).
3
Ten
en cuenta que los asexuales no son personas que han reprimido su
sexualidad. Los célibes se abstienen de tener sexo (temporalmente, como
hasta el matrimonio o permanentemente como algunos sacerdotes), mientras
que los asexuales generalmente no piensan sexualmente de su cónyuge
incluso dentro de un matrimonio establecido.
4
No
esperes que cambien. Los asexuales no cambiarán si “conocen a la
personas correcta”. Por lo general, nacen así y lo seguirán siendo por
el resto de sus vidas, tal como pasa con cualquier otra sexualidad. Así
que suponer que pueden “arreglarse” es algo bastante insultante.
Entiende
sus motivaciones. Los asexuales no están en contra de las relaciones no
sexuales, simplemente no tienen el deseo de involucrarse sexualmente.
Muchos de ellos tienen parejas, algunos tienen sexo por una variedad de
razones (emocional, íntima, reproductiva, etc.), aunque no se sienten
sexualmente atraídos hacia su pareja. Por otro lado, ten en cuenta que
algunos asexuales sienten rechazo por el sexo (es decir que este puede
hacerlos sentir muy incómodos e incluso la idea de tener sexo o algo
voyerista podría enfermarlos literalmente).
Ser
asexuales no significa que no les guste el contacto físico. Solo porque
una persona sea asexual no significa que no le guste el contacto
físico. Simplemente no siente deseos de tener algún tipo de contacto
sexual. Sin embargo, algunos asexuales pueden sentir aversión por este
tipo de contacto aunque eso depende de la persona y no de su orientación
sexual. Sería mejor preguntárselos.
Evita
pensar en los asexuales como personas con un tipo de trastorno. Ellos
no eligen ser así y muchos son perfectamente felices siendo asexuales y
creen que no necesitan ninguna “cura” para su condición. Por lo general,
ser asexual no cambia mucho la conducta de una persona e incluso podría
no mostrar ningún rasgo externo que indique su orientación.
8
Ten
en cuenta que la mayoría de asexuales no lo son porque hayan sufrido de
abuso sexual. No existe una causa conocida para ser asexual, así como
tampoco se conoce una para cualquiera de las otras orientaciones
sexuales.
Consejos:
· Una persona asexual es la misma que era antes de que te contara acerca de su orientación. No necesitas tratarla de manera diferente a menos que te lo pida específicamente.
·
Asimismo, algunos asexuales son arománticos, lo que significa
que no experimentan o no tienen interés en relaciones románticas. Si
este es el caso, entonces esa persona no tendrá ningún interés en una
relación romántica. Muchos asexuales prefieren no salir con aquellos que
experimentan una atracción sexual, porque anticipan que su pareja
potencial esperará tener sexo o algún tipo de favor sexual.
·
No te ofendas si esa persona no está interesada en una
relación. Ten en cuenta que los asexuales no experimentan ninguna
atracción sexual o lo hacen de un modo muy poco frecuente, así que lo
más probable es que te decepciones si lo que buscas es tener un contacto
físico.
·
Si estás en una relación romántica con una asexual y tienes
otro tipo de orientación (heterosexual, bisexual, homosexual, pansexual,
etc.), es importante que tanto tú como tu pareja se comuniquen para
saber las cosas que la incomodan y las que no.
· Ten en cuenta que la orientación romántica no es lo mismo que la orientación sexual.
·
Los gris-asexuales son personas que podrían sentirse atraídas
sexualmente hacia otros dependiendo de la circunstancia. Por ejemplo, la
demisexualidad comprende a un tipo de gris-asexuales que pueden
sentirse atraídos sexualmente hacia aquellas personas con las que forman
lazos fuertes.
·
Existen varios símbolos para la asexualidad. Uno es usar un
anillo negro en el dedo medio de la mano derecha. Otro es el as de
espadas o de corazones. Otro símbolo son los colores asexuales: negro,
gris, blanco y morado. El negro significa asexualidad, el gris es para
los gris-asexuales, el blanco para los sexuales y el morado para la
comunidad.
·
Un término que se utiliza frecuentemente para describir a los
asexuales es “as”, el cual es la versión abreviada de la palabra
“asexual”.
Así se vive sin deseo sexual
MÁS SOBRE LA ASEXUALIDAD
"No es que pensemos así, es que somos así"
"Se tiende a pensar que esto es una 'tonteria' más. A la gente le cuesta asimilarlo, lo que es entendible ya que rompe con muchos supuestos y algunos lo toman como una especie de 'estilo de vida'. No es que pensemos así, es que somos así, pero el ser es algo que no se acepta tanto. Otros tiran de achacarlo a un problema mental o de hormonas y que, por tanto, es algo transitorio y que tiene cura. Vuelven a lo mismo: negar que haya gente asexual".
Se refiere Marta a dos disfunciones sexuales que se suelen mencionar cuando de asexualidad se habla: el trastorno hipoactivo del deseo y la aversión sexual. El propio Bogaert, considerado como el académico que más tiempo ha empleado en analizar la asexualidad, afirma que "futuras investigaciones deberían tratar el asunto", aclarando las diferencias entre unos y otros casos.
En una línea similar se expresa la también psicóloga y sexóloga Martina González Veiga, para quien "el problema no es la asexualidad sino la concepción que tenemos de las relaciones de pareja y la sexualidad". "Si hay comunicación, si hay equipo, si tienes educación sexual, las cosas no se complican tanto. Lo que sí ofrece la asexualidad es otra manera de ver las relaciones de pareja y los encuentros sexuales", cree.
No hay comentarios:
Publicar un comentario