TEATRO Y ENSAYOS BREVES



La Academia ha creado esta página para que el usuario se descargue o visualice en cualquier dispositivo  alguno de los clásicos. De momento, sólo están en versión beta los títulos Cárcel de amor, de Diego de San Pedro; la Obra Poética, de Garcilaso; La diana, de Jorge de Montemayor; Fuenteovejuna, de Lope de Vega; El gran teatro del mundo, de Calderón; El diablo cojuelo, de Luis Vélez; El sí de las niñas, de Moratín, y Cuentos, de Clarín.



ENTREVISTA:

Es un lujo disponer de este encuentro con José Luis Sampedro, maestro de lucidez y de ética. Os recomiendo su libro "El amante lesbiano". El sexo en libertad.







TEATRO: Una fórmula creativa, ágil  y osada.



 Grupo teatral "COCHE PARA 50 Y PICO"




REAL ESCUELA SUPERIOR DE ARTE DRAMÁTICO








Vivero de actores




Artes Escénicas y Actores Iberoamericanos






ENSAYOS BREVES:


EROS


Foto: Jorge Rueda

"Realismo Fantástico"

"Me has rechazado.
Apartado de tu vida,
pero no me has robado a EROS,
porque el EROS es mío".


Eros es el amor en su esencia primitiva, está más próximo del animal, que todos llevamos dentro, que del hombre racional, cultivado y responsable. El amor entendido como la expresión del encuentro corporal, donde asisten como protagonistas los cinco sentidos. Si bien interviene la razón, no es para armonizar, sino para ser testigo mudo y pasivo del juego amoroso. Eros como interpretación del amor en el mundo de los clásicos, se refería a la relación  entre hombres, no obstante, puede hacerse extensible a hombres y mujeres; incluyendo el amor lesbiano. Los sentidos y el sexo en estado puro, sin más injerencias ambientales y periféricas. Sexualidad  y  sensualidad. Erotismo engendrado por Eros, como patrimonio diferenciado entre el hombre y la bestia. Donde el amor es sexo, y el instinto de los amantes predomina sobre la razón. Los prejuicios nos pueden escandalizar y los complejos limitar, pero la celebración desnuda del amor en el lecho carnal, sin límites y sin establecimientos previos, puede ser monótono pero también  creativo, único e irrepetible. Producto de la diferencia entre el instinto predestinado y el libre albedrío de la razón. Cuando abundamos en definir el amor humano, bajo el prisma de Eros, hallamos un sinfín de atributos. Todos encaminados al gozo y a los placeres sexuales. Lujurioso se podría denominar bajo la cultura judeo-cristiana. Ajeno a la procreación. La naturaleza sella en el instinto de los animales la multiplicación de la especie. Para los humanos es opcional y ahora más que nunca. El amor sin contaminación busca y encuentra su fin en sí mismo. Las consecuencias del amor se desprecian o se evitan previamente. El amor se consuma en estado puro. Allí sólo importan los atrapados por Eros. No existe nadie más. Podemos ahondar más y adjudicarle más atributos y epítetos: El amor es efímero, aunque nadie quiere que termine, no es eterno. Tampoco somos conscientes de que cuando se contamina, se domestica, y se transforma. El amor es salvaje y posesivo. Egoísta y celoso, ciego e insaciable. Sensual y sexual. Infantil y caprichoso. Inmaduro y adolescente. Irresponsable y apasionado. Se siente libre. Atrapa y hace esclavo al ser amado. Comienza y concluye en el cuerpo. Nada y nadie existe cuando Eros hace su presencia. ¿Cuáles son las impurezas que hace que el Amor-Eros abandone la perfección? Pues todo aquello que lo va domando, racionalizando y poco a poco alumbrando su principal cómplice y a su vez rival. Éste no es más que el Amor-Cáritas en el universo judeo-cristiano, y el Amor-Ágape en el greco- romano. El cariño. El amor es el presente y el cariño eterno. A pesar de ello, cuando las brasas encenizadas del cariño, acarician la brisa de la sexualidad, se aviva la llama del amor, Eros hace renacer el presente. El amor vuelve a ser efímero.
Eros sólo se hace presente cuando la cópula amorosa se lleva a cabo bajo la influencia de verbos adolescentes, no adultos. Verbos vírgenes, sin contaminación del deber, el mandato o la responsabilidad. “Me gustas”. “Te deseo”. “Te quiero para mí”. “Ansió poseerte”. “Sigue, no pares nunca”. “Lo quiero, aquí y ahora”. “Compartamos el gozo”. “No me harto de…” Lo quiero todo y ahora”. Cuando el amor intenta crecer, abandona el estado salvaje y se encuentra en el mundo de la razón. En el mundo del deber y convenir. Obligaciones y convenciones de la sociedad. Estos verbos ahogan el amor. La madurez y la responsabilidad son incompatibles con el amor en libertad, limpio y desnudo. Sin previsión, espontáneo. El arte de amar con el concurso de Eros, quizás, está en conseguir la capacidad de desnudarse y abandonar en el dintel del lecho amoroso, todo aquello que estorba a la pasión primitiva. La convivencia es el primer enemigo del Amor-Eros, puro, salvaje, natural y primitivo. A pesar de que esto pueda provocar, escandalizar y transgredir la inercia de la historia. Eros es la libertad, no conoce ataduras y responsabilidades. El Amor-Eros es lo contrario del Amor-Cáritas. Egoísmo contra generosidad. Entrega y donación contra posesión y pasión. Eros no renuncia a nada, siempre quiere más y sólo entrega aquello que recobra con réditos. Otorga felicidad porque le reporta felicidad. No entiende de renuncia y mucho menos de ausencia de placer. 


Foto: Carlos Hernández Corcho
Escuela de Madrid


El sexo es la piedra angular de su estructura. El amor puro es la esencia del gozo, de la posesión, de la satisfacción plena, del sexo consumado, de la lujuria, de lo amoral, de la trasgresión. Se comporta como si ninguna deidad existiera. Después del amor, sólo hay más amor. Hasta el infinito. Hasta la eternidad. El débito conyugal, el matrimonio legal, la familia, la procreación y todos los valores humanos de la convivencia, surgen al margen  de este amor. Cuando el amor supera o se contamina con el mundo que sirve de vestido a los amantes desnudos, surge el amor domesticado por la tradición secular y sobre todo religiosa. Ese amor contaminado, adulterado y nada trasgresor, abandona su estado de inocencia adolescente y primitiva, y se convierte en el garante de la felicidad colectiva y allí se engendra la procreación, el amor filial, el cariño, la ternura y tiene vocación de perpetuarse. Eros huye espantado de esos lugares hacia otros derroteros; acechando nuevas presas…


El Ángel Caído (Cuento teológico)



Foto: P.Taracena

En la Biblia, es decir en las Sagradas Escrituras, no se narra literalmente la historia del Ángel Caído. No obstante, una deducción teológica de la Iglesia, así como la tradición desde los primeros Santos Padres, la rebelión de Luzbel o Lucifer contra Dios, ha quedado definida en una doctrina llena de verosimilitud. Esta historia se la he contado a mi hijo en forma de cuento, desde que era muy pequeño.  No es nada normal que un padre del siglo XX trate este tipo de temas con su hijo.  Pero todo sucedió cuando él mismo era testigo de la infinidad de veces que su padre era capaz de fotografiar la escultura del Ángel Caído del escultor Ricardo Bellver, situada en el madrileño parque del Buen Retiro. Sus interrogantes me hicieron recordar que:
“Érase una ve que Dios, uno y trino, es decir que siendo un solo Dios, tenía tres personas distintas y cada una de ellas seguían siendo Dios. El Dios Padre, el Dios Hijo y del amor de ambos engendraba el Dios Espíritu Santo.  Pues este ser infinito, creó el mundo en seis días y después se tomó un descanso. Estas cosas de los dioses no son fáciles de entender a los humanos, pero sigamos con el cuento. Al mismo tiempo, también creó los ángeles. Eran espíritus puros y muy inteligentes que estaban al servicio de Dios. Formaban tres ejércitos celestiales jerarquizados subdivididos en tres coros. La primera jerarquía: Serafines, querubines y tronos; la segunda, dominaciones, virtudes y potestades; la tercera, principados, arcángeles y ángeles A cada categoría le estaba encomendada una misión. Llegado  el momento, Dios llamó a su presencia a Luzbel, el más bello e inteligente de los ángeles. Entonces, Dios le dijo: En la consumación de los tiempos, Nos, la Santísima Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Divino), Hemos decidido que el Hijo se encarne en una mujer cuando el espíritu la cubra con su sombra y sin dejar de ser Dios, será verdadero hombre. El Hombre Dios. Y como tal, tú y toda la Corte Celestial deberá servirle y adorarle. Entonces, Luzbel, el más bello de todos los espíritus angélicos creados por Dios, se reveló contra Dios y en un acto de soberbia exclamó: ¡Non serviam! Según los teólogos, los ángeles hablaban en latín y en español quiere decir, no le serviré. Junto a Luzbel parte de las las divisiones celestiales tomaron como líder al ángel rebelde. La  contestación fue contundente: Como Justicia Suprema, respondió Dios: Considero a Luzbel y a sus seguidores como enemigos de Dios y arderán eternamente en las llamas del infierno. Desde entonces inducen a los hombres a la rebeldía y la desobediencia. A Eva, la primera mujer tentada por el ángel rebelde o Ángel Caído, en el Paraíso Terrenal, se le presentó bajo la figura de una serpiente.  A Luzbel se le conocería en adelante bajo varias denominaciones: Lucifer, Demonio, Diablo, Maligno, entre otros apelativos despectivos. Desde entonces aquí está El Ángel Caído, libre y feliz de haber decidido su destino. Cuentan los viejos libros de la Cuesta de Moyano, que cuando hay luna llena, ilumina su figura en recuerdo de su primitivo nombre, Luz Bella”.
Hasta aquí el cuento que mi hijo me pedía que se lo contara una y otra vez. Quizás le llamaba la atención la expresión de belleza que presentaba, en comparación con las imágenes del diablo más al uso. Orejas, cuernos,  rabo, uñas de rapiña y sobre todo alas en forma de vampiro o murciélago. Más que un ángel, era una bestia alada.
No obstante, como todos los cuentos han de tener su moraleja, la interpretación que yo hice ante mi hijo de esta historia, fue un tanto herética y falta de todo rigor teológico.  El Ángel Caído, no es condenado por soberbio, sino por rebelde. Es el símbolo de la adolescencia y de la juventud. Cuando el niño va descubriendo el mundo, se rebela contra él y hace de su vida el estandarte de la libertad. Es verdad que esta moraleja, sin la complicidad de la escultura de Bellver, habría sido imposible.
Este joven alado, me hace volar con la imaginación a otro joven desnudo también, pero con una honda entre sus manos. Se trata de la colosal escultura del David de Miguel Ángel Buonarrotti, representado como un niño, en lugar del longevo rey de los salmos. Esculpido sobre una pieza de mármol de Carrara se trata de “un adolescente victorioso sobre la tiranía y la fuerza del opresor”. 


M. A. Buonarroti

En este caso Goliat. Esta estatua de David de 5.35 metros de altura y 500 años de antigüedad, se conserva en la Galería de la Academia de Florencia, traspasa el tiempo y el espacio y hoy es el símbolo de “la defensa de las libertades republicanas de la ciudad y sus habitantes contra la tiranía medicea. De los Médicis”. Ambas esculturas, El Ángel Caído de Bellver y el David de Miguel Ángel, presentan una característica común. Provocan con su libertad la hipocresía popular ante un desnudo. Las diferencias las marcan las armas que utilizan para defenderse y liberarse. El Ángel Caído las alas del libre albedrío y el David la honda utilizada con la inteligencia del más débil.
Ambas esculturas han marcado un hito en mi trayectoria como fotógrafo. La belleza, la libertad, la perfección platónica, el humanismo. Debo de confesar que la moraleja de mi relato ha desbordado la breve y simple idea final de un cuento.

Pedro Taracena Gil




EL MACHO IBÉRICO

"Nunca he sido una mujer, siempre he sido un ser humano.
Son los demás que me quieren ver como
un par de jambas sin cabeza".



Foto: Pedro Taracena Gil

El macho ibérico podría ser cualquier animal, que perteneciera a una especie particular de la península ibérica, en riesgo de extinción. Pero este ensayo se va a ocupar de otro animal, en este caso racional, como es el hombre. Viene acuñándose el apelativo de macho ibérico, al referirse a un varón de características genuinas oriundo de España, que en un tiempo se denominó Iberia. Es tanto como decir que es la raíz del españolismo, puesto que ibérico es el gentilicio más primitivo que se conoce. Cuando se dice que este hombre es un macho ibérico, se quiere afirmar y definir que estamos ante un ejemplar, que conserva las más puras esencias del hombre. Se considera más hombre que el resto. Sus características, poder, fuerza y atributos masculinos, le hacen el portador de los valores tribales de la raza a la cual pertenece. En este breve trabajo sólo se puede tratar, por razones obvias, el macho ibérico de la segunda mitad del siglo XX. Desde los años cincuenta en adelante, la sociedad española ha arrojado suficientes muestras, como para configurar el perfil del macho ibérico de nuestros días. Aunque la civilización del siglo XXI está declarando la guerra a este espécimen, aún quedan reservas particulares donde no falta quien pretende vedar su caza.
En la década de los cuarenta al abrigo del imperio del nacionalcatolicismo, el macho ibérico obtiene la bendición sagrada de la supremacía sobre la mujer, como reafirmación de su virilidad. No obstante la religión no le reconoce el uso de sus atributos sexuales, hasta que no llegue al matrimonio. La sociedad, sin embargo, es permisiva con los usos y abusos de su conducta sexual. Y podemos asegurar como base de este ensayo, que el poder del macho ibérico está basado en ser el más en todo, pero de forma expresa en su potencia sexual. Podía fornicar con quien se dejara. Cuanto más joven y más veces, más macho y más hombre. En cambio, la mujer debía ir virgen al matrimonio. El macho ibérico imita a sus progenitores; desahogándose con las prostitutas u otras mujeres que se prestaran a ello, pero su novia oficial permanecería virgen hasta el altar. Sus formas no podrían confundirse lo más mínimo, con la sensibilidad y ternura de un niño y mucho menos con la amabilidad y buenos modales de una mujer. Su aspecto despreocupado, mínimo de higiene y no siempre afeitado, daba la imagen de más macho. “El hombre y el oso cuanto más feo más hermoso”, se solía decir; había que huir del hombre acicalado que podía perder su hombría. Una vez contraído el matrimonio, venía la noche de “la primera vez”. Aquí las leyendas se sucedían a través de las épocas. Desde desgarros vaginales hasta eyaculaciones precoces, pasando por una gama de ausencias que dejaban a las esposas ahítas de desilusión y frustración. Su función era el placer y como consecuencia la procreación. La mujer estaba educada para servirle como su esclava desde la infancia.
El comportamiento del macho ibérico, insistimos una vez más, tiene su base de sustentación en la potencia que cree tener en sus atributos varoniles. Son el símbolo de poder sobre la mujer, en reñida competencia con los otros hombres, que siempre cree que son inferiores él. De esta rivalidad y del complejo de inferioridad surge las sospechas que atentan contra su seguridad. Para reafirmar su primacía brotan en su interior herramientas a modo de armas cortas que son los celos. “A mí nadie me pone los cuernos”, suele exclamar. Y su actitud es semejante al de la fiera en celo, que le intentan arrebatar la presa que desea cubrir. Los celos siempre desbocan al macho ibérico por la pendiente de la violencia y hasta del crimen. Es evidente que este trabajo lejos de presentar un perfil del macho ibérico petrificado, rígido y único; pretende observar todas sus facetas, circunstancias y grados de pureza con relación al perfil más generalizado. No obstante, el hecho de que viva en sociedad y aparentemente adaptado a las costumbres comúnmente aceptadas, de puertas hacia dentro y aprovechando cualquier resquicio, se define y obra en consecuencia. Lo que comienza siendo un prototipo genuino, racial y tribal, con el progreso se convierte en un enemigo del ser humano, cada vez más peligroso para la sociedad. La comunidad avanza y el macho ibérico está atrapado en su salvajismo. Es difícil saber qué insulto soporta peor este personaje, si cabrón, que determina que ha sido burlado; o maricón que le define como todo lo contrario de lo que él se cree que es. Pero lo que más le aterra es que todo ello, sea o no sea cierto, lo haya sabido la gente. El escándalo corroe al macho ibérico y le hace perder su estabilidad emocional, física y psíquica.
Desde niño es conducido para que su casta se perpetúe. Había que comenzar a fumar a edad temprana. Los padres y progenitores se los prohibían, pero la otra cara de la moneda es que era motivo de orgullo y muestra de que ya se estaba haciendo un hombre, un macho ibérico. El tabaco también tenía su homologación según de qué fumador se trataba; Tabaco rubio para señoritas y tabaco negro y picao para los hombres. Ideales era la marca del macho ibérico. Los cigarros puros se reservaban para los mayores y en las bodas y bautizos. Cuando los chicos llegaban a su pubertad o adolescencia, las consignas eran claras, sobre todo en los pueblos: Id al baile y apriétate contra la chica y si puedes, ¡a meterla mano! Si los padres tenían hijos e hijas, la madre se ocupaba de dar las consignas contrarias a las chicas. El macho ibérico contabilizaba sus logros genitales, que no sexuales, ni eróticos, a razón de los polvos que echaba. Jamás por orgasmos de su compañera. Aunque la educación sexual fue avanzando, el macho ibérico, siguió ignorando qué era el clítoris de la mujer y si podía o no hallar su punto “G”. Las relaciones en la cama eran una demostración de potencia sexual, siempre en el plano genital. La penetración vaginal como prueba de la posesión del varón y la mujer de total sumisión. El papel del macho ibérico es activo y el de la mujer pasivo. Tampoco ha renunciado a la felación y la penetración anal de su mujer. Dentro de la parcela de poder de este perfil de hombre, está el buscar fuera del lecho conyugal, las relaciones viciosas que antaño había mantenido con las prostitutas. Y que ahora no deseaba hacer con su mujer o bien porque a ella no le apetecía. Aquí estaba el límite para evitar los abusos y las violaciones dentro del ayuntamiento marital. No olvidemos que uno de los fines del matrimonio canónico es el remedio a la concupiscencia. Y para ello estaba el débito conyugal; la mujer no se puede negar cuando el marido se lo pida. El macho ibérico ha estado siempre cubierto por el manto de la permisividad del entorno social. Las relaciones y la comunicación que el macho ibérico ha mantenido con su entorno, siempre ha sido ejerciendo su poder y la primacía del hombre sobre la mujer. En el ambiente familiar, en el clima social y en el nivel laboral. Mencionando de una forma muy específica, su proyección en la política y en las leyes. Con este estado de cosas, se acuñó en los años 70 y 80 el término machista y su oponente el feminista. Pero aún tuvo que pasar mucho tiempo hasta que el macho ibérico, lejos de ser el eje del sistema, pasara a ser un enemigo público. El macho ibérico creía tener, sobre todo en sus atributos esencialmente animales, la superioridad exclusiva y excluyente. No admitía a nadie de otro clan o raza y tampoco aceptaría que una hembra se su raza cayera en los brazos de otro hombre que no fuera ibérico. De aquí que sintiera cierta envidia a los aparatos genitales de los hombres negros, a su cuerpo y su fuerza. Y las mujeres mulatas les consideraban más apetecibles como satisfacción puramente carnal, al margen del colectivo de mujeres de toda la vida. Aquellas que consideraba propiedad suya. Estábamos ante un machista y racista; donde el mestizaje no tenía lugar y sobre todo en igualdad y respeto.
Es evidente que el macho ibérico debe la fama a su publicidad. Los actos que comprenden el conjunto de su comportamiento, son pregonados por él mismo haciendo loas de sus logros y grandezas; “me he tirado a tantas o cuantas en tales o cuales circunstancias”, ocultando los posibles gatillazos; he conseguido cinco eyaculaciones manteniendo la erección y sin sacar el pene. Dicho de otro modo: “La eché cinco polvos sin sacarla y manteniéndola dura todo el rato”; Sin preocuparle si su pareja había sentido algo parecido a un orgasmo. El macho ibérico proclama que a él nadie le obliga a la profilaxis. Está exento de usar el condón con mujeres ajenas a su matrimonio. Y tendrá todos los hijos que le vengan y sólo si la necesidad le apremia, optará por el coitus interruptus o el preservativo.
El servicio militar contribuía a remarcar el perfil del macho ibérico; preparado para la milicia en condiciones rudas, afloraba la vocación de ser el más duro, el más valiente, el más aventurero, el más hombre con las mujeres y si era marinero, capacitado para tener una mujer en cada puerto. La Legión ha sido el lugar de la milicia donde más se ha ostentado la categoría de macho ibérico. El Caballero Legionario, el Caballero Paracaidista son títulos que están ligados a los atributos más varoniles del ibérico solar, es decir Iberia, Hispania y España. Pechos velludos, descamisados, desfiles ágiles y rostros altaneros. Las imágenes grabadas en sus brazos son una añoranza perpetua de su participación en desfiles pasionales de la Semana Santa, portando imágenes al límite de sus fuerzas.
La publicidad que hace de sí mismo es engañosa en su mayor parte. Engrandece sus logros y omite sus fracasos. Pero sin ella el macho ibérico no es nadie. Este comportamiento en verdad ha ido evolucionando paulatinamente. Las libertades conseguidas, los derechos sociales y los medios de información, han ido mostrando al macho ibérico que el acto que él entendía como genital exclusivamente, era sensual, sexual y erótico y que podía gozar con todo su cuerpo; siendo recíproco con el placer de su pareja. Y fue cediendo terreno a favor de su compañera; Descubrió el clítoris y su forma de estimularlo con la lengua y con la yema de los dedos. Practicaba posturas, como el llamado “sesenta y nueve” o el “beso negro” que le hacían compartir más el gozo. Y hasta acudía al sexólogo para encontrar su realización, más como hombre que como macho. Se limaron sus asperezas en el trato con la mujer y no descartaban admitir y adquirir modales más delicados afeminando su rustica imagen de macho indolente. Pero estos logros sirvieron para disminuir su presencia imperante, pero no para conseguir su desaparición.
La conducta del macho ibérico aunque está marcada por el aspecto sexual y genital, se ha proyectado en todos los órdenes de la vida; Había que estar en guardia para que la especie se conservara. Una noticia desfavorable para el macho ibérico era que le comunicaran el nacimiento de una niña, sobre todo si era primogénita. Se perdía una oportunidad de perpetuar la especie. Los problemas se agudizaban cuando su hija era cortejada por un hombre que venía para hacerla suya. Si albergaba la sospecha de que uno de sus hijos varones, era maricón, entonces ardía Troya. Volviendo a sus formas, no se podía permitir ningún atisbo de amaneramiento femenino en ningún hombre, desde muy niño. En la forma de hablar rayaba en la grosería, se expresaba a base de tacos y en los pueblos hasta blasfemando. Había profesiones vetadas para hombres y si se ejercían eran perseguidos por maricas y afeminados. El macho ibérico rechazó el pelo largo, era de mujeres. Los colores que no fueran el gris el negro o el marrón, estaba fuera del espectro de las vestimenta del macho ibérico. Los hombres debían reprimir los abrazos efusivos y los besos con otros hombres, salvo padres y hermanos y ya muy avanzada la década de los 70. Un macho ibérico “no entiende de hombres”. No sabe si un hombre es guapo o feo. En el universo de la fotografía, el fotógrafo siempre es el hombre y la mujer la modelo. Si de desnudos se tratara, las sesiones fotográficas están llenas de machos y sólo una mujer es la desnudada y la sometida a los disparos de ellos, los hombres. Cuando el macho ibérico tiene que tomar parte de un jurado; donde se evalúan imágenes artísticas, creativas y eróticas de hombres desnudos, las fotografías les abrasan en las manos. No saben qué hacer con ellas. Pierden todo juicio y criterio. Un hombre desnudo, si no está junto a una mujer, estamos ante el tema tabú de la homosexualidad. El macho ibérico no sabe, no contesta…
En este recorrido sobre la personalidad del macho ibérico, no podemos olvidar su arraigo cultural. Las aficiones que al macho ibérico le fascinan son aquellas que antropológicamente le identifican con lo ancestral; identificación con la tribu de la cual se siente parte. Mayormente son las corridas de toros los eventos que más valores comparten con el macho ibérico; el valor, el riesgo, la conciencia tribal de estar perpetuando algo casi eterno. El torero ciñe sus atributos masculinos frente al toro, como si estuviera desnudo. Es como si el poder sexual fuera decisivo, también, para triunfar con la bestia. Las faenas de los toreros se realizan en presencia del pueblo; presidiendo el evento el representante de la tribu, de la casta, que son jueces de su bien hacer. Pañuelos blancos vitorean al diestro que obtiene trofeos a costa de la sangre del animal. Estableciendo un paralelismo con el derramamiento de sangre en el momento de la ruptura del himen en la pérdida de la virginidad. En la puesta en escena siempre hay una mujer, también perteneciente a la misma casta, que vive, se excita y sufre, como si de un drama se tratara. El macho ibérico no asiste a una corrida de toros como a un espectáculo; vive la fiesta como una celebración nacional donde está en juego el valor de un hombre frente a su destino, aclamado con sus compatriotas. La fiesta taurina mantiene un maridaje indisoluble con el mundo de la música genuina ibérica, hispánica y española. Es verdad que el macho ibérico no se conforma con ser español del siglo XXI, sus raíces se hunden en la Hispania romana y la Iberia de los celtíberos. La copla es un género popular que canta los avatares del torero y la tonadillera. El mozo de confianza y la ganadera noble o la poesía que narra la trágica muerte de un torero, a las cinco de la tarde. Los cantantes de pasodobles son auténticos juglares de las grandezas de matadores, rejoneadores y banderilleros, frente a nacionales y extranjeros, potenciando los valores raciales. Suprimir la fiesta nacional por antonomasia, es mutilar al macho ibérico. En los encierros y en las tardes de toros de los pueblos más pequeños, los niños se avezan en auténticas carnicerías arrastrando por sus calles los novillos y sus despojos; siendo aplaudidos por sus padres y abuelos orgullosos de que la estirpe no se pierda. Es muy difícil mantener que un adolescente que prueba su hombría delante de un toro, no sea capaz de dar la talla con una tía en la cama. Además tiene la garantía que las alcobas y las sábanas de hilo, son testigos mudos de las debilidades del macho ibérico. El silencio de la mujer siempre ha protegido al hombre que debía de ocultar sus miserias sexuales: Dificultades en la erección, raquitismo de su miembro viril, eyaculación precoz, gatillazos puntuales, insatisfacción de la mujer, ausencia de creatividad en suma. La presencia de la mujer en el ruedo ibérico de los toros, ha sido breve y se pierde en la lontananza de los tiempos. Para el macho ibérico es contra natura que una hembra quiera epatar a un macho; precisamente en lo más genuino del hombre ibérico. Enfrentarse a un toro en el coso, abrumado de pañuelos alados vitoreando su faena y tiñendo el albero de rojo y blanco. Esa puesta en escena sólo se consigue cuando el protagonista es un macho ibérico, portador de órganos genitales externos. Dicho de otro modo “porque tiene un par de cojones”. Ligado a la cultura de lo taurino está el brandi; sobre todo una marca cuya publicidad estaba ligada a la silueta de un toro. Cuando la Unión Europea suprimió los grandes carteles al borde las carreteras, el Gobierno indultó al Toro de Osborne. Esto suponía un espaldarazo a la lidia nacional, al aguardiente bebida de hombres y al macho ibérico. La cazalla y el orujo son bebidas típicamente del acreedor de este título con nobleza ibérica.
Otro aspecto que define al macho ibérico es el requiebro y el piropo. El requiebro sería la forma de seducir con galanterías verbales, un caballero hacia una dama, en encuentros en paseos o calles. Se conozcan o no. El piropo se acerca más al perfil del macho ibérico. Es más atrevido, abandona las formas de cortesía y suelen estar lleno de picaresca sexual. A veces el piropo se convierte en un acoso de mal gusto, que solamente cumple su objetivo exhibicionista del macho ibérico ante su pandilla. Bien es verdad que si los piropos son echados por hombres de zonas del sur, de clima más caliente, conservando el aspecto sexual, añaden un gracejo simpático, agradable y hasta poético. El piropo que se practicaba por imitación de modelos, ha caído en desuso. Pero en las décadas del siglo pasado los adolescentes, para hacerse los machos y los hombrecitos, acosaban y piropeaban las chicas en la calle, porque así debía de hacerse para crecer en hombría. Había que mostrar la pasión y el deseo ante los transeúntes, para demostrar que se era un macho de verdad. En el tema de la potencia varonil, nada se presuponía, todo había que demostrarlo en público. La timidez, la cortesía, la educación, la nula voluntad de hacerlo, se podía entender como signos afeminados. ¿Qué? ¿No te gustan las mujeres? La duda había que disiparla. El macho ibérico no conoce límites a su prepotencia. Uno de los insultos más graves es decirle un hombre a otro hombre, marica, por ejemplo. Podía contestar algo así como: “Tráeme a tu hermana y verás cómo se lo demuestro”. La situación podía aparentar un tanto trágico-cómica, pero situar a una mujer ajena al duelo entre machos ibéricos, en el campo de batalla, era utilizar la dignidad de una mujer para defender la bravura machista de un hombre, por el único motivo de probar que es un macho ante una mujer que para ellos sólo era una hembra.
Otras aficiones ligadas a los ancestros del macho ibérico, son sin duda la caza y en menos medida la pesca. Ir en busca de la presa presenta un paralelismo con el apareamiento del animal en celo con la hembra. Un ritual de posesión relativo al cortejo que el hombre hace en busca de la posesión de una mujer. Hay cazadores que no participan de la comida del animal cazado. El placer se queda en el acto en sí. Satisfacción de haber poseído la presa perseguida; satisfacción de disfrutar más con el trofeo que con el banquete ofrecido por el animal cazado. El macho ibérico degusta más del triunfo de la conquista, que de la mujer conquistada. Sobre todo si lo cuenta después a sus amigos. Porque para él la demostración de su poder y la propiedad que supone la mujer conquistada, es la garantía del deber cumplido y la perpetuidad de la raza. Hay otros puntos de atención del macho ibérico que le confirman como un ser racial, aunque sean más locales y considerados como menos nacionales. Pero siempre estarán relacionados con la fuerza, con el poder y todas aquellas virtudes atribuidas al macho precisamente por serlo. Por poseer atributos sexuales que no sólo sirven para la procreación; sino que son símbolos de superioridad y de perfección. Los atributos sexuales del hombre, también en la Antigüedad, constituían una reafirmación de su virilidad. Para testificar en un juicio y decir la verdad, los romanos estaban obligados a cogerse los testículos con la mano en señal de testiguar, “atestiguar”, procedente del latín testificare, compuesto de testis, “testigo”, y facere, “hacer”. Remarcando la simbología del poder que otorga el sexo masculino, la palabra latina testículus, que significa “testículos de la virilidad”, está compuesta de testis “testigo” y el diminutivo culus. La etimología nos lleva de determinar que los testículos serían una especie de testigos menores.
Pero el gran punto de referencia que se convertía en el vigía del macho ibérico sería, la persecución del maricón, del marica, del invertido, del homosexual y ahora del gay, del afeminado en suma. En definitiva jaque mate al menos macho. A ese se le niega “el pan y la sal”. La reafirmación del macho ibérico la obtiene a costa de aplastar al hombre más débil, sintiéndose obligado a emprender una cruzada para salvar la especie del macho ibérico que se veía amenazada. El perfil que atribuían al homosexual era único: “Cuidado con éste que te quiere dar por el culo”. “Culo en pared que te la clava”. Si se tenía que aplicar un supositorio por prescripción facultativa, su respuesta era: “A mí por el culo, ni el bigote de una gamba…” Era la lucha por permanecer a la clase dominante. Se consideraba como el superviviente de la selección de las especies, el resto de los hombres no tenían derecho a vivir. La potencia sexual de nuestro héroe, se ceñía a disponer en todo momento de una miembro viril en erección, sin opción al gatillazo; palabra temida por aquellos que se creían que su órgano sexual no estaban sometido a las debilidades fisiológicas comunes. Su longitud de 25 ó 30 centímetros y un diámetro en armonía con su tamaño, nunca se encontraba en cotas menores. La impotencia eréctil era lo más temido por el macho ibérico. Todas sus expectativas sexuales se venían abajo. “Si no había una buena polla no había hombre” “Con buena picha bien se jode”. Pero hasta en este caso, el macho ibérico encontró solución con medicamentos que le paliaban su desdicha. No obstante, la falta de dureza en su miembro viril, solía ser por motivos psicológicos y los sexólogos y psicólogos le daban respuestas satisfactorias. Pero la intervención quirúrgica de extirpación radical de la próstata, le dejaba dos secuelas vitales para el rol del macho ibérico: Impotencia eréctil, “no se le ponía tiesa o dura” y quedaba inservible para la procreación. No eyaculaba. Habían cerrado para siempre la fábrica de los espermatozoides. No hay duda que esto suponía un golpe muy duro para el macho ibérico. Pero si esto sucedía en las décadas correspondientes a la mitad del siglo XX, la situación revestía tintes de tragedia. Se acabó la estirpe de nuestro protagonista. Pero si este incidente quirúrgico sucedía al final del siglo XX y principio del XXI, el drama era menos trágico. Al hombre que se le extirpa la próstata queda impotente, no se le pone dura o su pene no recupera la dureza como para realizar una penetración, que salve el coito tanto vaginal como anal. Pero su potencia sensual, sexual, erótica e inclusive pornográfica, lejos de desaparecer, puede mantenerse e inclusive recuperar nuevas formas de practicar el sexo. Si se masturba o se excita, motiva y estimula, puede obtener el mismo orgasmo que antes, salvo la eyaculación. “Es una corrida en seco”; obteniendo ventajas puesto que las felaciones son más higiénicas. Si responde al medicamento puede obtener una erección satisfactoria o puede aplicarse otros medios para hacer que por el pene vuelva a correr el caudal de sangra capaz de articular con los músculos una erección adecuada para satisfacerse y satisfacer a su pareja. El hombre sigue siendo tan varón como antes de la intervención. La ciencia y el progreso, en este caso, juegan a favor del macho ibérico. Y siempre de forma oculta, lejos de reconocer que él también necesitaba de ayuda en su virilidad. En este texto no es posible situar las acciones en el mismo tiempo del verbo, porque no siempre podemos hablar del pasado como superado ni incluir al futuro en una conducta general.
Seguidamente nos vamos a detener en la peripecia que acompaña al macho ibérico, en su largo caminar, conquistando las décadas 40 y 50 del siglo pasado. Observemos la frustración que vivía un hombre que había tenido como modelo al macho ibérico; inclusive había actuado en consecuencia como tal, pero con el devenir del tiempo observa que, sentía una inclinación por el mismo sexo. Soltero o casado y después de tener relaciones heterosexuales, se plantea dar rienda suelta a su libre decisión, al margen de prejuicios y complejos. Después de un sedimento en sus reflexiones, descubre que su puesta en escena se había montado sobre un guión que no era el suyo. Estaba interpretando un personaje que al menos podría no ser el único que él deseaba. Y decide probar. Busca a otro macho ibérico y se encuentra con un hombre, sin más. Hombre como él aunque un poco menos macho. Los besos, las caricias, los masajes, los abrazos, las felaciones, las posturas, “el 69”, las mutuas masturbaciones, en fin, todo un mundo de sensaciones sensuales, sexuales, eróticas y genitales nuevas y consumadas con su mismo cuerpo. Apartándose de lejos de las costumbres tribales, de la manada, del macho patrón, del macho ibérico.
Tanto si este acontecer le sucede a un hombre, como si le sucede a un macho ibérico, es una ocasión y oportunidad para sacar partido al resto del cuerpo. El hombre que investiga su cuerpo solo o con su pareja, sea mujer u otro hombre, descubrirá la caja de sorpresas que es el cuerpo humano. Y que los prejuicios sociales y los complejos personales de tamaño y rendimiento, se pueden superar. El hombre que explora su cuerpo puede descubrir que, aquel que mantenía que: “por su culo nadie le metía ni el bigote de una gamba”; si al mismo tiempo de masturbarse, estimula su ano y se penetra poco a poco de forma suave con sus dedos, puede alcanzar un doble orgasmo; en su miembro viril y en el interior de su ano, provocando unos espasmos en los esfínteres anales. El colmo de un macho ibérico es haberse encontrado su propio punto “G”. Estas sensaciones rompen en mil pedazos el perfil del macho ibérico. Pero si este doble orgasmo es motivado por la penetración de otro hombre con su pene, masturbándose al mismo tiempo él, entonces, podemos hablar del comienzo de la extinción de la especie.
Pero que no cunda el pánico, situados ya en el siglo XXI, el macho ibérico ha tenido capacidad suficiente como para inmunizarse para ciertos cambios. Ha maquillado su imagen y hasta se ha feminizado. Gasta pendientes, acude a peluquerías unisex, no discrimina colores; el rosa, el fucsia, el amarillo tiñen su nuevo vestuario. Los cuerpos velludos como auténticos osos pardos, tornan ahora en efebos barbilampiños, a través de una operación depilatoria. Y las recias barbas salvajes, se cambian por bigotes y patillas con serpenteantes cenefas. Las sienes plateadas quitan años al macho ibérico; mejorando las técnicas de seducción. La igualdad entre los sexos ha permitido que la mujer asuma roles masculinos y el macho ibérico, disimule su afán de dominio y posesión. El mayor enemigo del macho ibérico es la libertad y la igualdad de derechos entre los seres humanos. Una política hostil al machismo, el reconocimiento de los derechos de los homosexuales; igualando los matrimonios civiles de hombre y mujeres, ha supuesto un marco que es difícil que la sociedad retroceda a los tiempos pasados. La educación insiste en la igualdad desde niños; el respeto y la libertad sexual; la protección de la mujer como víctima aunque no la única del machismo, y por último la participación de la mujer como la mitad de todas las facetas de la vida social. Efectivamente, como decíamos más arriba, la mujer no es la sola víctima del machismo. Todo aquel que ejerza las funciones sexuales de forma diferente a él, es perseguido y anulado. El macho ibérico no soporta que otro hombre se sienta sexualmente realizado y sentimentalmente amado; sintiendo placer también a través de otras partes del cuerpo. Como son: La penetración anal, de forma activa o pasiva. Los besos entre hombres y las felaciones y masturbaciones mutuas. Llegado el momento se han cometido verdaderos crímenes sexuales agrediendo a hombres por el hecho de haber utilizado fórmulas de amar diferentes a las tradicionales del macho ibérico. Pero si tenemos que llegar alguna conclusión que sea tangible y fácilmente constatable, el macho ibérico no ha desaparecido; su capacidad de adaptación ha sido asombrosa y no pocos ejemplares han evitado la desaparición de este genuino espécimen. Sus formas son adaptadas a los tiempos, pero su camuflaje y su capacidad camaleónica no le ocultan de las vistas de la sociedad. El macho ibérico goza de buena salud. La potencia sexual sigue siendo una competición sin respeto al otro. Cuando se habla de los órganos sexuales, del hombre naturalmente, da la sensación de estar escuchando datos del museo de pesas y medidas. El macho ibérico sigue su presa para “tirarse a esa tía que está de puta madre…” El va “a follar”, no a realizarse sexualmente. Impone sus artes de pesca, sin admitir la prevención de enfermedades y de embarazos no deseados. Y lo que es más grave, sigue sin admitir que haya un hombre que siendo de su mismo sexo, pueda preferir otro hombre y no una mujer. Sigue empeñado de que todos los hombres tiene que ser como él; viviendo en su misma tribu donde el macho ibérico es más hombre y más macho. No utiliza argumentos. El macho ibérico es portador de los valores eternos de la arcaica Iberia. El hombre único, la familia única, el clan único, su rol de jefe de la manada, la sumisión de la mujer como garante de la prole a través de la procreación. También se comporta como tal aunque haya aceptado que es homosexual. Siempre se comportará con su pareja hombre de igual manera. Como propiedad suya. El macho ibérico convive con nosotros y sólo tiene vacación de camuflaje. No de adaptarse. Ahora la manifestación del comportamiento del macho ibérico, salta a las páginas de los medios de comunicación cuando el machismo se desborda y supera las cotas del respeto y se convierte en criminal agresión, extorsión y provocación. Este extremo al cual puede llegar el comportamiento patológico del macho ibérico, conocido como machismo, siempre ha existido pero es ahora cuando la sociedad ha tomado conciencia de ello y las leyes están ejerciendo una pedagogía de prevención. Si observamos su comportamiento, tres son los factores que desencadenan un desenlace trágico: Los prejuicios tribales, el “qué dirán de los demás”. Los complejos, bajo nivel de autoestima y aceptar que es inferior que los demás machos y por último, los celos. La mujer es propiedad del macho ibérico. “Mía o muerta…”




Foto: Pedro Taracena Gil


El macho ibérico sobrevive a sus adversarios; la libertad sexual, la igualdad entre los sexos y la emancipación de la mujer. Pero su poder sigue ejerciéndolo entre las sábanas de los lechos conyugales; la permisividad de la sociedad, que lejos de hacerle frente, le ríe sus esperpénticas grandezas. Muchos secretos de alcoba son la frustración de muchas mujeres. El genuino macho ibérico se comporta igual, tanto si su pareja es una mujer, como si lo es un hombre; su conducta se mueve muy bien en la clandestinidad, en la falta de verdad y dentro del armario. El macho ibérico tiene una característica muy peculiar, su honor está en sus atributos genitales. “Por encima de sus cojones no pasa nadie”. Por último, hablando del macho ibérico, es obligado mencionar aunque no haya espacio para extenderse más, al personaje creado por la literatura española; Tirso de Molina crea al Burlador de Sevilla y de la pluma de José Zorrilla, surge Don Juan Tenorio. Tanto uno como otro se refieren al mismo Don Juan. Un macho ibérico seductor de las mujeres a modo de trofeos, pero incapaces de enamorar a la mujer. Solamente el haber vivido más de sesenta y cinco años con un macho ibérico, ha sido posible trabajar en este ensayo. Pedro Taracena Gil



El mito de Caín y Abel

(Mithos, Leyenda)


Eros provoca las relaciones amorosas entre los seres humanos. Engendra sus pasiones, sin distinción si los amores son incestuosos o no. Los mitos de Electra y Edipo, son ejemplos de ello. Sin embrago el fruto engendrado, deseado o inconsciente, consecuencia de la cópula, hombre mujer, perpetúa la especie. Mimetismo animal guiado por el instinto más que por la razón.
Adán y Eva, siguiendo el mandato divino: “creced y multiplicaos”, llevan a cabo un acto de amor, que si en vez de haber sido creados en Mesopotamia, entre los márgenes de los ríos Tigres y Eúfrates, hubieran estado bajo la influencia del mundo heleno, Eros les hubiera inducido al mismo sino. A través del mismo encuentro carnal y sexual. Al nacer Caín y más tarde Abel, producto del amor perfecto, marcado por Eros, Natura o Yavé, la relación con la deidad que no con sus progenitores, es quien les marca el nuevo camino. Donde las pasiones, las frustraciones y las diferencias, les llevan a lugares cada vez más lejos del seno donde fueron engendrados, cuyo lecho les vio nacer. El mito de Caín y Abel, aunque no es de origen pagano, su componente religioso no le excluye de ser un mito de marcado carácter moral. Es la consecuencia del enfrenamiento entre iguales, donde, el amor-cáritas, aparentemente impuesto por la consanguinidad, se rompe en pedazos. La leyenda de Caín y Abel nos muestra que el nacer hermanos no es garantía de vivir en fraternidad. Como vínculo natural y perfecto, Caín crece junto a su hermano menor, Abel. Tiene los derechos de primogenitura de origen considerado natural. Es mayor, puede ser maestro y protector de su hermano. Sin embargo y a pesar de que Caín era labrador y Abel pastor, no fueron capaces de complementar sus faenas y mucho menos aunar sus esfuerzos en una tarea solidaria. En el mito de Caín y Abel, sus padres apenas intervienen en sus vidas. Cuando han conseguido superar su nivel nutricio, son hombres independientes y comienzan a vivir como adultos. Y en un momento dado, la leyenda contenida en el Génesis nos dice que Caín ofrece los frutos de sus tierras y Abel los productos primogénitos de su ganado. Pero, no obstante, el autor del relato no nos aclara porqué: “Agradose Yevé de Abel y de su ofrenda, pero no de Caín y la suya”. A lo largo de la historia de los dos hermanos, podemos contemplar cómo sus conductas están marcadas por pasiones y presagios, llevando a los personajes a vivir un destino de máximo dramatismo. El ser hermanos no les hace inmunes a la perversión. El amor fraternal no es consustancial con la consanguinidad. Igual que Eros no evita el incesto, tampoco el haber nacido del mismo vientre propicia virtudes fraternales.
El mito de Adán y Eva es el resultado de la rivalidad entre el dios Eros y el dios Yahvé. Eros arropa su desnudez al hombre y a la mujer y ambos descubren su pasión amorosa; cumpliendo así el mandato bíblico de la procreación. Para Eros es un fin, para Yahvé es un medio. Este ayuntamiento es el comienzo de la vida. Les hizo partícipe del devenir de los tiempos. Según el autor sagrado provocaron ser como dioses, pero quedaron en humanos híbridos de deidad. Semidioses, según la mitología griega. Abandonaron la perfección en las puertas del Edén y se sometieron a todas las pasiones e imperfecciones humanas. Además, en este universo de sentimientos, Eros miraba hacia otro lado. Es evidente que el mito de Adán y Eva engendró el mito de Caín y Abel. El amor Eros sin contaminación del mito primero, dio paso al amor fraterno Cáritas del segundo. Y la fraternidad no la garantiza la sangre compartida, sino los sentimientos del género humano.
¿Cuál fue la perversión de Caín? Es posible que su crimen fuera compartido con su hermano, ya que el mismo Dios presagió sus destinos, donde debía de haber uno malo y otro bueno. El mito de Caín y Abel es una historia de desamor. El desencuentro de dos seres humanos. Uno débil y otro más fuerte. La ausencia de sus padres interviniendo en sus vidas, les priva de un modelo a seguir. Una deidad como Jehová no es el mejor consejero de los humanos. El rol de Yavé en este relato tiene mucho de provocador. Fue el mismo Dios quien desequilibró sus sentimientos. No hay duda de que llegar a la conclusión que en este mito, radicalmente, hay uno que es el bueno absoluto, otro que es poseedor del mal indiscutible y un juez con todas las garantías de la justicia divina, es una conclusión un tanto simplista. Antes de llegar al odio hasta la muerte, hay que recorrer otros caminos: Incomunicación, rivalidad, niveles de generosidad y entrega y oportunidades de errar. Las historias de amor tienen los mismos procesos que aquellas de desamor, sólo cambian el signo de cada secuencia. El mito de Caín y Abel es la constatación de que el llamado amor fraterno, consecuencia de la consanguinidad, no conduce al amor como hecho natural. Del mismo modo que el Amor Eros es efímero porque su fin es la carne, el Amor Fraterno se convierte a través de la envidia en odio y muerte; surgiendo la víctima y el verdugo. El amor que surge de la misma sangre, está sometido a todas las pasiones e imperfecciones humanas. Además en este conjunto de sentimientos, Eros conducido por el sexo sin contaminación y el amor fraternal guiado por la sangre común, no aseguran la permanencia del amor. Sólo los sentimientos humanos garantizan el amor sin fines. Sin instintos primitivos, tribales, procedentes de la carne y la sangre.
El relato de Caín y Abel, como cualquier leyenda, parábola o narración, bien religiosa o mitológica, encierra una lección moral, un paradigma con vocación de enseñar y de perpetuarse a través de los tiempos. Además siendo una historia milenaria, corresponde a los doctos y no a los legos, hacer una interpretación científica, pero este relato breve, más breve que el original del Génesis, pero denso en su contenido, viene a remarcar que, este mito y otros como el de Abrahán y el sacrificio de su hijo Isaac, no han sido bien explicados, sobre todo a los niños. Se estaría pagando un alto precio, si para evitar la envidia entre los seres humanos, tuviéramos que contar un relato tan criminal. En el mito de Caín y Abel, según la tradición más popular, fue la envidia la consecuencia que desencadenó la tragedia. Pero tampoco está claro que deba de ser la venganza el remedio para hacer justicia. Fue Dios quien provocó la maldad entre los hermanos; llevándoles hasta el crimen y luego, no impartió justicia, ni permitió la venganza. Pedro Taracena Gil


Tres religiones falsas, un solo Dios verdadero


La historia ha brindado siempre argumentos sobrados a los agnósticos, ateos o simplemente apóstatas, para renegar de sus creencias o para no creer en ningún dios. Es fácil contemplar como todas las religiones son la respuesta a la exigencia de trascendencia que brota de lo más profundo del hombre. Pero, también, es demostrable que han sido las clases sacerdotales, quienes han prostituído la doctrina. Manipulando su contenido, creando el sentimiento de culpa en las conciencias. Matando el libre albedrío para discrepar y elegir en libertad. Las tres religiones monoteístas configuran gran parte de la civilización occidental y sobre todo de la vieja Europa. Los rabinos hebreos, los imanes musulmanes y los presbíteros cristianos, tienen un mismo denominador común. El ansia de poseer la voluntad de las conciencias para ejercer el poder. A la sombra de las sinagogas, iglesias y mezquitas, los sanedrines, sínodos y ayatolas, germinan las posturas radicales y los perfiles fanáticos. Donde se confunde lo religioso y lo político de forma interesada. Bajo apariencias democráticas, son teocracias despóticas y en no pocos casos sanguinarias.
Cuando los teólogos analizan los textos bíblicos y coránicos, inspiración de las tres religiones, cuyo dios sólo se diferencia en el nombre; Yavé, Dios o Alá, descubren que los desmanes cometidos en su nombre, no tienen consistencia teológica. Pero en todos los casos, se atribuyen la docencia e infalibilidad, de ser padres y maestros de la doctrina revelada. Erigiéndose en magisterio auténtico para la grey.
Las guerras y conflictos cristiano-árabe-israelí, que en estos tiempos nos aterrorizan, son reivindicaciones religiosas encubiertas. Los gritos de guerra son inequívocos: ¡Que Dios bendiga a EEUU! ¡Alá es grande! ¡Israel es el pueblo elegido! Todos se matan en nombre de la misma divinidad. Son conscientes de que es la misma, puesto que creen en el monoteísmo y muchos patriarcas, profetas y reyes de las tres religiones, son comunes. Abrahán, Moisés, David y el propio arcángel Gabriel.
Ante esta puesta en escena perversa, los incrédulos y agnósticos, tienen más pruebas que nunca para dudar hasta de la misma existencia de Dios. Los tres montajes religiosos, hechos bajo la sombra de la misma Trinidad y al servicio de los poderosos, han ejerciendo el poder manipulando las conciencias fanatizadas por ellos mismos.
Cuando el papa Pío XII declaraba que: “El gran pecado del siglo XX es que se había perdido la conciencia del pecado”, tenía su razón. Desaparecido el sentido de culpa, cesa la manipulación de los intermediarios de Dios. En las cátedras, los púlpitos y los confesionarios. El negocio de la salvación de los hombres debía cambiar de estrategia, porque ya hay muchos países que se han librado, al menos en parte, de la influencia real de la clase sacerdotal. Sólo han quedado para mantener el rito como costumbre social. Pero desgraciadamente, hay otros pueblos como Israel, Irán y el propio Vaticano, por poner ejemplos del monoteísmo, casi siempre interesado, fanático e intolerante. Donde el poder militar y político se funde con reivindicaciones religiosas al servicio de la intolerancia y la insolidaridad.
Pues ante las barbaridades que están llevando a cabo en no pocas partes del mundo, ninguna sede religiosa de popes, patriarcas, obispos, arzobispos, ayatolas, imanes, rabinos, presbíteros, levitas y pastores, han condenado los crímenes fratricidas y las conductas caínicas. En todos los casos son los más cercanos al altar los que avivan las matanzas de los abeles. En Israel, los hebreos ortodoxos. En EEUU los cristianos conservadores y puritanos. Y en el mundo musulmán los fanáticos suicidas. Tres vertientes del mismo radicalismo y los tres de inspiración divina. Los unos ganan el cielo, los otros la tierra prometida porque son el pueblo elegido y los terceros desean imponer su civilización cristiana al resto del mundo. Si después de una reflexión sobre este triángulo de encrucijada religiosa inspirada por la misma deidad, alguien cree en Dios es porque necesita reinventarlo. Mientras, los seguidores de Mahoma, de Cristo y de los Hijos de Israel, avivan la llama del odio, Abel sigue siendo asesinado por Caín. El eje del mal está muy bien definido... De cuya malicia no se escapan, aunque algunos ya gozan de la presencia divina: Bush, Sharon, Arafat, Bin Laden y sus cómplices, todos ellos caudillos entregados a salvar la humanidad... Pedro Taracena Gil


La Verdad y la verdad


Creer en la doctrina revelada por un Dios, es lo que venimos llamando religión. Y a esta creencia se le denomina fe. La fe proporciona al ser humano tres cualidades básicas: Confianza a ciegas en una deidad. Esperanza en el premio del más allá y el convencimiento de que su fe contiene la verdad absoluta. La religión entiende de pecados, no de delitos. Impone mandamientos, no reconoce derechos. La felicidad que se promete tiene sabor a eternidad. Hay países que se organizan en teocracia, es decir, según criterios impuestos por Dios y la clase sacerdotal de forma infalible. Dos ejemplos de estos sistemas son, El Vaticano y la República Islámica de Irán. En otros países, sin embargo, es la política la encargada de organizar socialmente la convivencia, la solidaridad, la libertad y la justicia, de forma laica. Otra disciplina de origen humano es la filosofía, que pretende que el hombre utilice la razón en libertad, sin prejuicios. Esto supone razonar, comprender, dialogar, convencer, discrepar, opinar, aceptar o rechazar. Sólo en base a los planteamientos que comienzan y terminan en el campo de la razón; considerando al hombre como el centro del universo. Ante este dilema humano entre creer y razonar, el ciudadano tiene ante sí, el campo de la Teología y el de la Filosofía. No sólo como materias de estudios facultativos, sino como opciones en la vida. Los planteamientos se complican cuando se presenta la aparente contradicción de: “Principios filosóficamente verdaderos y teológicamente falsos y viceversa”. Es decir, aspectos que conforme a la razón, no soportan el dogma infalible impuesto por Dios y los administradores de la verdad absoluta. Mis circunstancias intelectuales personales y el haber sido discípulo de ambas disciplinas, me llevan a considerar que es más sencillo ser teólogo que filósofo. Al teólogo la doctrina le viene definida por Dios y sus mediadores le conceden la garantía de vivir en la verdad. Si obedece sus predicados nunca se equivocará. En Teología hay que aprender más que comprender. Teos viene de Dios y logos significa tratado. Para asumir el tratado de Dios, no es preciso razonar, el libre pensamiento te puede desviar de la verdad. La deidad correspondiente te lo presenta todo pensado, sólo hay que aceptar, acatar y asumir. Cuanto más ciega y ortodoxa sea tu fe, más fiel serás a la doctrina y más te acercarás a la verdad absoluta. Sin embargo, la aptitud filosófica es pensar, mantener tesis e hipótesis, razonar axiomas y trabajar con silogismos. Utilizar la Lógica como herramienta de buscar la verdad contrastada. Aceptar la duda, trabajar con ella. Cometer errores, aprender de ellos. Considerar las verdades de los otros. Aceptar, rechazar o compartir, renunciando a la posesión de la verdad como patrimonio propio y absoluto. Aportar al conocimiento de la humanidad, tu granito de arena. Sin la aportación de todos, permanecería incompleta la historia del pensamiento. Y la libertad de pensar nos invita a renunciar a la verdad absoluta, porque racionalmente es difícil de sostener. La historia de la Teología es inmutable, indivisible, siempre fiel a sus verdades absolutas, mejor dicho, su verdad absoluta de la cual es ella única propietaria. Sin embargo, la Filosofía a través de su historia, muestra la evolución del pensamiento del género humano. La Teología está al servicio divino, y nos descubre quién es Dios, según nos ha sido revelado. La Filosofía está al servicio del hombre y nos aproxima al interior de su ser. La Filosofía es del hombre y para el hombre. Estas disciplinas o aptitudes ante la realidad de la vida, nos muestran las formas de entender la existencia del mundo. Con Dios o a pesar de Dios. “Quien tenga oídos para oír que oiga”. El estudio de estas disciplinas enriquecen al ser humano.